La flor blanca del olivo convertida en aceituna conformará una laguna de nuestro aceite exclusivo. Olivar que es privativo de olivares opulentos, que hacen platos suculentos con su aromático aceite y han convertido en deleite los guisos de Cenicientos.
El puente de la Chorrera a coruchos vio pasar, con su ganado lanar, sus mulas y vertedera. Por la estrecha carretera camino iban de Escalona, cuando el blasón que blasona a la ciudad imperial era nuestra capital y de España la corona.
Tú, que fuiste lapidado y en nuestra Iglesia gobiernas, bendiciones sempiternas para este pueblo apagado. No puede estar acabado un pueblo de emprendedores, de coruchos labradores que cultivaron sus viñas entre helor y socaliñas en otros tiempos peores.
San Isidro en Cenicientos por ser Santo labrador, suelen sacar al calor en mayo todos contentos. Se pasan buenos momentos cuando montan en la Plaza la festividad que enlaza con el Patrón San Esteban, y a los dos santos conllevan de su Iglesia y de su raza.
Luciérnagas alumbraron las noches de Cenicientos, y le dieron lucimientos que a sus campos inundaron. Mas un día se apagaron y no volvimos a ver el reflejo del tejer estelar del lucernario, que marcaban el horario del corucho amanecer.
Las cornadas de la vida, junto al paso de los años, mitigan los desengaños cuando vamos de vencida. ¡Oh, verdad esclarecida! Que he tardado en comprender, en asumir y en saber que cuando nada pedimos, dando más que recibimos es de nuevo en renacer.
LA FIESTA DE LA VENDIMIA
ResponderEliminarPeñas salen de la Plaza
llevando acompañamientos
de unos festejos con traza
de la tradición que enlaza
al corucho Cenicientos.
De varas llevan el carro
por mulas encabezado:
que es reliquia y es bizarro,
y carro de cuando el barro
del pueblo era el decorado.
Cestos de mimbres antiguos
llenan de uvas maduradas
de unos racimos ambiguos
que unos con otras contiguos,
aguardan a ser pisadas.
Ya en puertas de la bodega
la juventud bulliciosa
gran alegría despliega,
y nuestra Peña sosiega
la tarde otoñal ruidosa.
Marcha el carro con su carga
por coruchos flanqueado,
allá por la calle Larga
donde báquica se alarga
hasta el lagar del pisado.
En la plaza ya de nuevo
bailan sobre el escenario
el folclórico renuevo
de las cinturas de acebo
de los coruchos muestrario.
Rebosante y concurrida
y con ambiente festivo,
quizá en alguna medida
también fuera merecida
un homenaje a su olivo.
Siempre cepas y olivares,
hermanados por las manos,
y arropados por pinares
y efluvios de tomillares,
fraternizaron hermanos.
En Cenicientos nunca hubo
caciques ni latifundio,
y un ten con ten se sostuvo
y en paz siempre se mantuvo
viña grande y minifundio.
Pese a ser fiesta reciente
sin raigambre y sin memoria,
en su devenir la gente
tenga el corucho presente
ser ya parte de su historia.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
LA FLOR BLANCA DEL OLIVO
ResponderEliminarLa flor blanca del olivo
convertida en aceituna
conformará una laguna
de nuestro aceite exclusivo.
Olivar que es privativo
de olivares opulentos,
que hacen platos suculentos
con su aromático aceite
y han convertido en deleite
los guisos de Cenicientos.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
LA BODEGA DE CENICIENTOS
ResponderEliminarCon el tiempo esta pátina ha curtido
las piedras que ennegrecen la fachada
y expande olor del mosto en oleada
del vino que fermenta adormecido.
Bodega que en vejez ha encanecido
acogiendo a toda uva enamorada
que traía el serón la esposa amada
al tálamo del cono su marido.
Y a sus puertas hervía un torbellino
y de cargas un mar en oleaje
disputando la mula y el pollino
en pugna por la fila del pesaje
de racimos que han hecho a nuestro vino
vinícolas raíces del paisaje.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
CORUCHO DEL VIÑEDO Y DE LA CEPA
ResponderEliminar¡Corucho del viñedo y de la cepa!,
con tus vinos fulgiendo embotellados,
vas imparable abriéndote mercados.
España hoy, después Rusia con su estepa.
Nadie osado de tus caldos discrepa
en sus conos fermento atesorados
del esfuerzo ante hechos consumados
en su ascenso en valía y no por trepa.
Estuches que lleváis a Piedra Escrita
impresa y estampada en la botella
legataria en saber conocimientos,
de ancestros y su pálpito palpita
sobre los campos coruchos y su huella
es la madre del vino en Cenicientos.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
LA BODEGA DE CENICIENTOS
ResponderEliminarCon el tiempo esta pátina ha curtido
las piedras que ennegrecen la fachada
y expande olor del mosto en oleada
del vino que fermenta adormecido.
Bodega que en vejez ha encanecido
acogiendo a toda uva enamorada
que traía el serón la esposa amada
al tálamo del cono su marido.
Y a sus puertas hervía un torbellino
y de cargas un mar en oleaje
disputando la mula y el pollino
en pugna por la fila del pesaje
de racimos que han hecho a nuestro vino
vinícolas raíces del paisaje.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
EL PUENTE DE LA CHORRERA
ResponderEliminarEl puente de la Chorrera
a coruchos vio pasar,
con su ganado lanar,
sus mulas y vertedera.
Por la estrecha carretera
camino iban de Escalona,
cuando el blasón que blasona
a la ciudad imperial
era nuestra capital
y de España la corona.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
SAN ESTEBAN PROTOMÁRTIR
ResponderEliminarOración al Patrón
Tú, que fuiste lapidado
y en nuestra Iglesia gobiernas,
bendiciones sempiternas
para este pueblo apagado.
No puede estar acabado
un pueblo de emprendedores,
de coruchos labradores
que cultivaron sus viñas
entre helor y socaliñas
en otros tiempos peores.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
SAN ISIDRO EN CENICIENTOS
ResponderEliminarSan Isidro en Cenicientos
por ser Santo labrador,
suelen sacar al calor
en mayo todos contentos.
Se pasan buenos momentos
cuando montan en la Plaza
la festividad que enlaza
con el Patrón San Esteban,
y a los dos santos conllevan
de su Iglesia y de su raza.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
PEALES Y ALBARCAS
ResponderEliminar"A mi padre y a los jornaleros
coruchos de su generación".
Transidos de frío
peales y albarcas,
llagadas las marcas
de pies, del rocío.
Van los jornaleros
de rostro atezado,
al hombro abrazado
los viejos aperos.
Funde sus alientos
la cruda mañana,
del frío que aplana
nuestro Cenicientos.
Hay nieve en la cumbre
cimera en la Peña,
que hiberna y que sueña
y encienden la lumbre.
Tienen el marqueo
trazado en el suelo
y aplastan el hielo
con un traqueteo.
Están ajustados
para abrir las hoyas,
panes de sus ollas
de desheredados.
Con los azadones
y pico a la piedra,
nada les arredra
abriendo zanjones.
Las manos cubiertas
de grietas y callos
cavan como rayos
las tierras desiertas.
Tapan los barbados,
que serán las vides
cuando en estas lides
sean injertados.
Paran un momento
y echan un cigarro,
los pies en el barro
y algún juramento.
Duros los astiles
de azadón y pico
y no magnifico,
las hoyas a miles.
Les daban los dueños
vino en calabaza
de la misma raza
que impregna sus sueños.
Y así la cuadrilla
de los jornaleros,
iban con sus fueros
por toda Castilla.
La siega en verano,
la carga de leña
sin letra pequeña
lastrando su mano.
Los hombres de acero,
de peal y albarca
fueron remo y barca
de lo venidero.
Nosotros sus hijos
tuvimos abrigo,
nuestro pan de trigo
y la escuela fijos.
Y en el firmamento
de los jornaleros,
aquellos braceros
infunden aliento.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
LA CARTA DEL CONTRATO DE LA SIEGA
ResponderEliminarA la memoria de Paco, mi padre, que
en sus años mozos fue segador errante
Al llegar la primavera
la carta se recibía
con desbordante alegría.
Oliendo a sudor y a era,
a espiga y a rastrojera.
Portaba dos buenas nuevas:
el pan para el segador,
reanudo de labor,
dinero en las casas cuevas,
y advenimiento de brevas.
Organizar la cuadrilla,
segadores y un atero,
y echar mano al refranero:
compañero ancha es Castilla
y el sol nos alumbra y brilla.
Con las alforjas al hombro
hombres recios y curtidos,
los aperos bien asidos
sin sorpresa y sin asombro.
Ya no están y no los nombro.
Compartiendo pan y sal,
su afán y pobres destinos,
errantes por los caminos
duros como el pedernal,
siempre en busca de un jornal.
Por sendas y vericuetos
llegaban hasta el Molar,
con las piedras de amolar
quemados los esqueletos,
y en la vestimenta escuetos.
Después a Villacastín,
y el páramo castellano
en el tórrido verano,
del uno al otro confín
trigos en surcos sin fin.
Dormían en los rastrojos
o con suerte en un pajar
la hoz en hendir y cortar,
heridos por los abrojos
y de sol ciegos los ojos.
Se ajustaban por fanega,
perdidos en la llanura
con ardor de calentura,
y el sudor que todo anega
en cuanto la hoz se despliega.
Tras tres meses de labor,
de quebranto de riñones
soñando con los jamones,
retorno confortador
y entre familia el calor.
Y allá lejos columbrada
ven la imagen de la Peña,
de Cenicientos su enseña,
con moneda bien ganada
y la arribada soñada.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
LAS LUCIÉRNAGAS DE CENICIENTOS
ResponderEliminarLuciérnagas alumbraron
las noches de Cenicientos,
y le dieron lucimientos
que a sus campos inundaron.
Mas un día se apagaron
y no volvimos a ver
el reflejo del tejer
estelar del lucernario,
que marcaban el horario
del corucho amanecer.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
LAS CORNADAS DE LA VIDA
ResponderEliminarLas cornadas de la vida,
junto al paso de los años,
mitigan los desengaños
cuando vamos de vencida.
¡Oh, verdad esclarecida!
Que he tardado en comprender,
en asumir y en saber
que cuando nada pedimos,
dando más que recibimos
es de nuevo en renacer.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
EL CORNETAL
ResponderEliminarA Emiliano Castro Montero
Páramo fue "El Cornetal"
de zarzas y cornicabras,
bueno solo para cabras
alacrán y peñascal.
Los pies era de la Peña
árido y sin calcetines,
con unos chaparros ruines
buenos solos para leña.
Con piedras color ceniza
de culebra puesta al sol,
y escala del caracol
bajando a por la hortaliza.
Siempre le vieron así
desde el pueblo los coruchos,
cazadero de aguiluchos
quebrada del jabalí.
Fue al concluir de la guerra:
¡el repoblarlo de pinos!
arbolando sus caminos
y embelleciendo su sierra.
Un mar creció de esmeraldas
visto desde Cenicientos,
olas que agitan los vientos
con un revuelo de faldas.
Y a través de su pinar
ascendemos a la Peña,
y en su cima nos enseña
bien despiertos a soñar.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho