Caballos bajo la encina, la yerba bajo sus patas, en otros tiempos reatas hubo aquí de raza equina. Ya el caballo no germina ni reviven los momentos del rebuzno de jumentos, ni el balido de la oveja nos hace aguzar la oreja en campos de Cenicientos.
Si homenaje se rindiera a bestias de arada y carga, una estatua ancha y larga la mula se mereciera. La viña lo agradeciera y el barbecho en sus cimientos, y los buenos sentimientos de los coruchos de antaño, del pastoreo y rebaño de campos de Cenicientos.
Yegua, paisaje y potrillo, de los árboles la sombra, la yerba, pasto y alfombra y la Peña en su castillo. Descorrido está el visillo mostrando imagen serena, de laxitud calma plena inundando de momentos mágicos en Cenicientos donde no cabe la pena.
La burrita Federica pasta por una pradera, cuajada por la aljonjera que su peso multiplica. Pero su comida rica como llovida del cielo, es ponerla como anzuelo para mantenerla atenta y rebuznando contenta el dulce de un caramelo.
Dos coruchillos montados a lomos de un burro entero, es decir, sin capadero, se vieron descabalgados. Los efluvios emanados por una burrilla en celo originó tal revuelo que con el príapo tieso el asno tiró exprofeso los coruchillos al suelo.
Siendo yo niño decían en Cenicientos los viejos: "No miraos en espejos de azogues que oscurecían". Lerdos aquí deslucían la Buvera y sus roquedos, enredados en enredos sin saber cinchar la cincha, eran burro que relincha y la cinchaban a pedos.
En el Juncar una noria los cangilones subía, y su agua se vertía en reguera con historia. Y aposenta mi memoria voz del tío Joaquín, del que me sentía afín porque historias me contaba, y paciente me enseñaba a amigar con un mastín.
Del Fary dicen que dicen que su espíritu le habló a una mujer que contó que a ella no la desdicen. "A mí no me contradicen", proclamó a los cuatro vientos; "una vez lo digo y cientos: que en copa de encina altiva, bien corucha y bien nativa, al Fary vi en Cenicientos.
Vuela el tamo de la parva; la tarde cayendo está y el sol se aleja y se va barbeándose la barba. La mula impaciente escarba, y desprovista de arreos comienza a dar cabeceos, y a la cuadra se encamina al pesebre que culmina el ansía de sus deseos.
Por los retamares de la abrupta sierra monta un coruchillo en su borriquillo con esta canción: viejos encinares, alcores reales, fragorosas jaras, vientos invernales de acendrado helor. Y en la primavera cendales de seda, vigor e ilusión y la vida entera que plena me queda por estos parajes de aves y conejos con lazos y cepos me la busco yo.
Mi mulilla torda el trillar lo borda, ondula la parva, resopla y escarba. Atenta a mi voz jamás da una coz, es dócil y mansa y nunca se cansa. Feliz mi mulilla le gusta la trilla, el olor del trigo y el trillar conmigo. Y en el acarreo nunca da un rodeo, sabe que la paja brillará en su caja para su alimento y su anual contento en el largo invierno, que resulta eterno.
En la mano el pujavante para cortar la pezuña, y a la legra va y la empuña para alisar por delante. El herrador ya distante ató a la cabalgadura, y de clavar se asegura en el casco de la mula, zapato con que circula y da el nombre de herradura.
En la mano el pujavante para cortar la pezuña, y a la legra va y la empuña para alisar por delante. El herrador ya distante ató a la cabalgadura, y de clavar se asegura en el casco de la mula, zapato con que circula y da el nombre de herradura.
LA FIESTA DEL CABALLO
ResponderEliminarVan con los caballos sin corcoveos,
ligeras las riendas, firmes los pasos,
flamantes centauros sobre pegasos
al prado célibe de los deseos.
Nocturnos Banderuelos de Romeos
con sus Julietas bajo cielos rasos,
de unas noches angélicas con vasos
que liban amantes en gineceos.
La magia caballar el campo inunda,
se afianza la fiesta toma una impronta
en consolidación que por momentos
su arraigo y extensión valor redunda,
en prístina ocasión en que se afronta
la unidad política en Cenicientos.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
CABALLOS BAJO LA ENCINA
ResponderEliminarCaballos bajo la encina,
la yerba bajo sus patas,
en otros tiempos reatas
hubo aquí de raza equina.
Ya el caballo no germina
ni reviven los momentos
del rebuzno de jumentos,
ni el balido de la oveja
nos hace aguzar la oreja
en campos de Cenicientos.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
IBAN MULAS MULERAS
ResponderEliminarIban mulas muleras
de poderosas ancas,
cargadas de maderas
hasta las mismas trancas.
El barro les llegaba
hasta los corvejones,
cuando la uva llenaba
esparto de serones.
Cargaban sobre el lomo
jinete y vertedera,
y en la viña del pomo
romano de mancera.
En época de saca
los haces de los trigos,
y montones de alpaca
y las paseras de higos.
Después tirar de trilla
aparvando la parva,
del trillador la silla
y a mieses las aparva.
Acarrear el grano
y cargar con la paja,
cuando el sol del verano
con el sudor la alhaja.
Su estiércol aprovecho
para abonar los campos
que ilumina el barbecho
a la luz de los lampos.
Mulas riadas de mulas
a hogar dieron sustentos
de frente o a reculas
de agros de Cenicientos.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
SI HOMENAJE SE RINDIERA
ResponderEliminarSi homenaje se rindiera
a bestias de arada y carga,
una estatua ancha y larga
la mula se mereciera.
La viña lo agradeciera
y el barbecho en sus cimientos,
y los buenos sentimientos
de los coruchos de antaño,
del pastoreo y rebaño
de campos de Cenicientos.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
A MI BORRICO APAREJO
ResponderEliminarA mi borrico aparejo,
poniéndole los lomillos
la enjalma en los solomillos
y cualquier otro trebejo.
El ataharre y la cincha
encajado su ramal,
y no siendo un carcamal
alegremente relincha.
Nos partimos volanderos
a por la pasera de higos,
como dos buenos amigos
amantes de los luceros.
La pasera en un majano
destila azúcar y miel
sobre el majano doncel,
que nos coge muy cercano.
Al borriquillo lo trabo
durante pocos minutos
que transcurren resolutos,
hasta que en breve destrabo.
Con higos lleno el serón
y regreso con la carga,
y a los higos los aguarda
lleno de harina un cajón.
Desaparejo al borrico
y alegremente rebuzna,
y se agita y se espeluzna
con el agua en el hocico.
Y en la cuadra ya descansa
con la paja y la cebada,
lleva vida regalada
y ya dormido se amansa.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
YEGUA, PAISAJE Y POTRILLO
ResponderEliminarYegua, paisaje y potrillo,
de los árboles la sombra,
la yerba, pasto y alfombra
y la Peña en su castillo.
Descorrido está el visillo
mostrando imagen serena,
de laxitud calma plena
inundando de momentos
mágicos en Cenicientos
donde no cabe la pena.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
A LA FERIA DE SOTILLO
ResponderEliminarA la feria de Sotillo,
de Sotillo de la Adrada,
jinete y mula albardada
hacen alto en un cerrillo.
La mula que coces daba
al sentir los aparejos
y del arado trebejos,
por los belfos resollaba.
De sudor un mar de espuma
le corría por las ancas,
como el agua de barrancas
que por Sotillo rezuma.
El camino hizo al galope
yendo desde Cenicientos,
cual Eolo, dios de vientos
vertiginosos a tope.
Descabalgando el jinete,
entre susurros la calma,
quita lomillos y enjalma
y ella dócil se somete.
La seca lomos e ijares,
tripa y remos de las patas,
orillado entre unas matas
de olorosos tomillares.
Después la conduce al paso
y en la feria la introduce,
y su caminar seduce
por su tranco y acompaso.
Se interesan compradores
y la miran y examinan,
y palpándola conminan
a que muestre sus errores.
Extraños no hace la mula,
más mansedumbre no cabe
en falso animal que sabe
que en la feria se simula.
Y en la feria de Sotillo,
de Sotillo de la Adrada,
de feriantes muy colmada
se vendió este animalillo.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
LA BURRITA FEDERICA
ResponderEliminarLa burrita Federica
pasta por una pradera,
cuajada por la aljonjera
que su peso multiplica.
Pero su comida rica
como llovida del cielo,
es ponerla como anzuelo
para mantenerla atenta
y rebuznando contenta
el dulce de un caramelo.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
DOS CORUCHILLOS MONTADOS
ResponderEliminarDos coruchillos montados
a lomos de un burro entero,
es decir, sin capadero,
se vieron descabalgados.
Los efluvios emanados
por una burrilla en celo
originó tal revuelo
que con el príapo tieso
el asno tiró exprofeso
los coruchillos al suelo.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
ANTIGUOS DICHOS DE LOS CORUCHOS
ResponderEliminarSiendo yo niño decían
en Cenicientos los viejos:
"No miraos en espejos
de azogues que oscurecían".
Lerdos aquí deslucían
la Buvera y sus roquedos,
enredados en enredos
sin saber cinchar la cincha,
eran burro que relincha
y la cinchaban a pedos.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
SANTIAGO LIZANA
ResponderEliminarA Fernando Ayuso
Cuando se tiran los dados
caprichosos de la historia,
a unos aguarda la gloria
y a otros dados trucados.
Un hombre sencillo y parco,
trabajador y ordenado,
se vio de pronto abocado
a salirse de ese marco.
En la España turbulenta
previa a la guerra incivil,
él era un hombre civil
al que arrastró la tormenta.
Quizá sin tener ideas
políticas concebidas,
ni pensadas ni nacidas,
y por tanto nunca aireas.
Y a su pesar se vio inmerso
entre el barro de trincheras
de las sangrientas goteras
de épica gesta sin verso.
Y una vez movilizado
en defensa de Madrid,
Babieca y Tizona el Cid
les dejó encomendado.
Y en los terribles combates
que frenó a los sublevados,
a su lado atrincherados
aplacaron los embates.
Y la lira del poeta
del Alberti gaditano,
voló desde el altiplano
al páramo en la meseta.
Y Madrid fue desde entonces
la capital de la gloria,
y entró de lleno en la Historia
Y su heroicidad en bronces.
Junto a héroes anónimos
allí se hallaba Santiago,
entre la sangre del lago
que tuvo tantos topónimos.
Se batió en Guadalajara
en días de lluvia y bruma
contra italianos de espuma
que al Duce empañó la cara.
Y después lo consabido:
vino la amarga derrota,
y en los cementerios flota
de la pólvora el sonido.
Cárceles y represiones,
sin pan, sin lumbre y con hambre,
y exiliados con raigambre
parias en otras naciones.
Y los que dentro quedaron
como Santiago Lizana,
sin un hoy y sin un mañana
ataron y amordazaron.
Y en posguerra interminable
la suerte de los vencidos
compartió con oprimidos
en espera inacabable.
Más inopinadamente
un resquicio de esperanza
asentado en su balanza
le hizo vivir nuevamente.
Pues trabajando entre flores,
convertido en jardinero,
se vio de nuevo campero
siendo sus años mejores.
Y vuelto al pueblo natal
al diáfano Cenicientos,
sus allegados contentos
le acunaron maternal.
Y en su casa del Cerrillo
muy feliz se halló Santiago,
sin que en él hiciera estrago
bilis ni rostro amarillo.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
LA NORIA DEL TÍO JOAQUÍN
ResponderEliminarEn el Juncar una noria
los cangilones subía,
y su agua se vertía
en reguera con historia.
Y aposenta mi memoria
voz del tío Joaquín,
del que me sentía afín
porque historias me contaba,
y paciente me enseñaba
a amigar con un mastín.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
EL POZO PERAL Y SU FUENTE
ResponderEliminarA LUIS AYUSO, pues sin su foto
este soneto nunca se habría escrito.
Recreaos pues ya es figura ausente
al contemplar esta fotografía
que antañona formó la orografía
de los llamados Prados de la Fuente.
Os recuerdo a coruchos del presente
de Cenicientos su geografía,
que en estos lares era el día a día
de la trilla dentada con su diente.
Miríadas aquí eran las hacinas
e innúmeras las filas de botijos
que calmaban la sed de la caterva,
de vencejos y alegres golondrinas
y en galopines eran escondrijos
cuando el cénit del sol la parva enerva.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
EL ESPÍRITU DEL FARY EN CENICIENTOS
ResponderEliminarDel Fary dicen que dicen
que su espíritu le habló
a una mujer que contó
que a ella no la desdicen.
"A mí no me contradicen",
proclamó a los cuatro vientos;
"una vez lo digo y cientos:
que en copa de encina altiva,
bien corucha y bien nativa,
al Fary vi en Cenicientos.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
EL GAZPACHO DE LOS POBRES
ResponderEliminarA mis padres
En las ardorosas tardes de siega
y en las no menos de agobio de trilla,
surcaba el cielo la franja amarilla
y el cansancio se batía en repliega.
La manta extendida el mantel despliega,
y el suelo era nuestro asiento de silla,
y en la tarreña está la maravilla
cuya visión nos inunda y anega.
La pueblerina cuchara en madera,
en la tarreña el humilde gazpacho,
la paz sublimando la parva en la era,
y uncidos triscan la mula y el macho
y un lienzo que enmarcó y fue la frontera
de infancia pobre y feliz de un muchacho.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
VUELA EL TAMO DE LA PARVA
ResponderEliminarVuela el tamo de la parva;
la tarde cayendo está
y el sol se aleja y se va
barbeándose la barba.
La mula impaciente escarba,
y desprovista de arreos
comienza a dar cabeceos,
y a la cuadra se encamina
al pesebre que culmina
el ansía de sus deseos.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
CANCIÓN
ResponderEliminarPor los retamares
de la abrupta sierra
monta un coruchillo
en su borriquillo
con esta canción:
viejos encinares,
alcores reales,
fragorosas jaras,
vientos invernales
de acendrado helor.
Y en la primavera
cendales de seda,
vigor e ilusión
y la vida entera
que plena me queda
por estos parajes
de aves y conejos
con lazos y cepos
me la busco yo.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
CANTAR DE TRILLA
ResponderEliminarMi mulilla torda
el trillar lo borda,
ondula la parva,
resopla y escarba.
Atenta a mi voz
jamás da una coz,
es dócil y mansa
y nunca se cansa.
Feliz mi mulilla
le gusta la trilla,
el olor del trigo
y el trillar conmigo.
Y en el acarreo
nunca da un rodeo,
sabe que la paja
brillará en su caja
para su alimento
y su anual contento
en el largo invierno,
que resulta eterno.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
CANCIONCILLA CORUCHA
ResponderEliminarBorriquillo coruchero
va con su carga de leña,
y mientras camina sueña
un pesebre cebadero.
Colmado de agua el barreño´
cama de paja mullida
y borriquita nacida
para completar su sueño.
Y cumplida la coyunda
va a nacer un borriquito,
corucho, alegre y bonito,
pues aquí guapura abunda.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
LA TÍA RAIMUNDA
ResponderEliminarPor la plazuela pasaba
y el borrico la precede,
y en el pescuezo colgaba
una esquila que sonaba
en la cuadra a la que accede.
Siempre triste y enlutada
y silenciosa se mueve
cuando va en la madrugada
con atavíos de helada
y el frío no se conmueve.
Por los pueblos del contorno
vendía su pacotilla,
y en su cansado retorno
era siempre en el entorno
ver al marido en la silla.
Paralítico impedido
de ejercer ningún trabajo,
estaba siempre invadido
de un furor incontenido
que practicaba a destajo.
Y ella le montó un negocio
para poder mantenerse,
y sin saber que era ocio
años de pobreza y bocio
él comenzó a rehacerse.
Pipas, chicles, caramelos,
vendía el hombre a la puerta
y vivía unos desvelos
y entre muchachos consuelos
siempre con la puerta abierta.
Para acceder a la casa
había previo un corral
y un perrito que acompasa,
y la vida se la pasa
a la sombra de un parral.
De muchachos gran trasiego
con perras en el bolsillo
llevar a veces sosiego
y las más desasosiego
si nos daba el tabardillo.
Y mientras tanto Raimunda
va por caminos de Dios
con su tristeza profunda
y en lo triste la secunda
su borrico que va en pos.
¡Almas que venís al mundo
marcadas por un estigma
donde un misterio profundo
os marca un paso infecundo
como prueba del enigma!
Y aquella mujer tan buena
bajó en silencio a la tumba
sin hijos en la cadena,
y su recuerdo me apena
y en olvido no sucumba.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
EL GAZPACHO DE LOS POBRES
ResponderEliminarA mis padres
En las ardorosas tardes de siega
y en las no menos de agobio de trilla,
surcaba el sol la franja amarilla
y el cansancio se batía en repliega.
La manta extendida el mantel despliega,
y el suelo era nuestro asiento de silla,
y en la tarreña está la maravilla
cuya visión nos inunda y anega.
La pueblerina cuchara en madera,
en la tarreña el humilde gazpacho,
la paz sublimando la parva en la era,
y uncidos triscan la mula y el macho
y un lienzo que enmarcó la frontera
de infancia pobre y feliz de un muchacho.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
EL HERRADOR YA DESAPARECIDO DE CENICIENTOS
ResponderEliminarEn la mano el pujavante
para cortar la pezuña,
y a la legra va y la empuña
para alisar por delante.
El herrador ya distante
ató a la cabalgadura,
y de clavar se asegura
en el casco de la mula,
zapato con que circula
y da el nombre de herradura.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
EL HERRADOR YA DESAPARECIDO DE CENICIENTOS
ResponderEliminarEn la mano el pujavante
para cortar la pezuña,
y a la legra va y la empuña
para alisar por delante.
El herrador ya distante
ató a la cabalgadura,
y de clavar se asegura
en el casco de la mula,
zapato con que circula
y da el nombre de herradura.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho