domingo, 5 de marzo de 2017

El PP denuncia falta de contenedores en Cenicientos

EL PP DENUNCIA LA FALTA DE CONTENEDORES EN CENICIENTOS

Mediante su perfil público de Facebook, el Partido Popular de Cenicientos denuncia la falta de contenedores y limpieza en Cenicientos.
Con las siguientes imágenes enviadas por una vecina del municipio se completan sus demandas públicas:



101 comentarios:

  1. DESTACO A CENICIENTOS SOBRE EL MAPA

    Destaco a Cenicientos sobre el mapa
    que de Madrid conforma monte y suelo,
    siendo parte importante de su cielo
    buque insignia que prende en su solapa.

    En grata sensación que pronto atrapa,
    sus vinos suavidad de terciopelo
    y brisas marejadas del consuelo
    que adhieren al viajero como lapa.

    Un sortilegio tiene su montaña
    con su Peña entrañable que se baña
    en el pinar tendido ante sus pies.

    Y al trasponer el sol sobre la cumbre
    es tamaña su belleza y deslumbre
    que la villa corucha adorable es.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  2. CENICIENTOS EN EL CORAZÓN

    Es mañana grisácea en el pueblo,
    de una lluvia que cae mansamente,
    y un tañer de la campana doliente
    sume a la calle en silencio y despueblo.

    Es preciso y urge hacer un repueblo
    que atraiga en cascadas a nueva gente
    y vea un alba de nuevo creciente
    al igual que yo lo canto y amueblo.

    ¿Qué versificaré por alabarte
    y en versos épicos alto ascenderte
    y sobre el mapa de España situarte,

    e imperecedero así siempre verte,
    pueblo corucho sin cesar de amarte
    hasta cubrirme el velo de la muerte?

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  3. EL CANTO A CENICIENTOS

    En la cuña introducida,
    de abulenses y Toledo
    está el pueblo y su viñedo
    sostenimiento de vida.
    La cepa fue mantenida
    como diosa en los altares
    y las uvas en lagares
    corría rojo su mosto
    por el canalillo angosto
    como el agua de los mares.

    Con gentes acogedoras
    transitando por la calle
    hacen ameno este valle
    de las coruchas auroras.
    Armonía de las horas
    transcurren de forma lenta
    si el espíritu aposenta
    apego por el sosiego
    del que harto de trasiego
    vida tranquila le tienta.

    Quien nos visita se queda
    y si se va siempre vuelve
    cuando la brisa le envuelve
    del arcón de su almoneda.
    Paseante en la vereda
    viendo la vida que pasa
    hace trasvase y trasvasa
    olvido de su paisaje
    y se siente paisanaje
    y cimenta aquí su casa.

    Siempre impera aquí la calma
    y el horizonte apacible
    que se bebe y es bebible
    como néctar en el alma.
    Aparejo que es la enjalma
    de sus pocos animales
    otrora en los hierbazales
    abundaban los rebaños
    pero el paso de los años
    los mantiene terminales.

    Que más decir de su Peña
    a la que enaltezco tanto
    y con mis versos la canto
    y de mi rima se adueña.
    Sostengo que es nuestra enseña
    y la base del futuro
    y aunque yo yerto y oscuro
    cuando el suceso acontezca
    el poema permanezca
    y ser cierto lo que auguro.

    ¡Tomad, os presto mis ojos
    y su enfoque en la llanura
    y abridlos en herradura
    con que aparta los abrojos!
    No reparad en rastrojos
    y veréis a don Quijote
    que con Rocinante al trote
    va por tierras de la Mancha
    gritando:¡Castilla es ancha
    y se me atufa el bigote!

    Y si tornáis la mirada
    nuestra capital Madrid
    y cabalgando va el Cid
    en la alta madrugada.
    Y en la noche despejada
    he visto un cielo de bruma
    flotando como la espuma
    desde la Peña las luces
    polucionando de bruces
    a Madrid con que lo abruma.

    Y de la Peña bajando
    al pasear por el llano
    la dehesa es un rellano
    por el cual ir divagando.
    Los coruchos paseando
    por la estrecha carretera
    ven en el cielo una esfera
    límpida de aire tan puro
    que su clima es un seguro
    de naturaleza austera.

    Pinares, huertos y encinas
    viven en el horizonte
    y la quietud en el monte
    e higueras en las retinas.
    Visitante que caminas
    y buscas vida apacible
    y de vivir lo indecible,
    el pueblo de los coruchos
    tiene en alicientes muchos
    para hacértelo factible.

    Y hablamos aquí un lenguaje
    ingenioso y cervantino
    junto al amor de su vino
    colofón de un buen viraje.
    Y habrás hecho un maridaje
    con la estrella de los vientos
    que aseda los movimientos,
    de nuestros recios olivos
    que muestran sin paliativos
    el alma de Cenicientos.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  4. LA PEÑA BUVERA

    Roca colosal,muro y horizonte,
    firme y granítica Peña Buvera,
    te hizo la creación, alba cimera,
    hito y estandarte de nuestro monte.

    Águila imperial de vuelo en remonte,
    ave bicefala ahora pionera,
    embrionaria y abriéndole frontera
    a Cenicientos y el futuro afronte.

    La Buvera demanda un mirador
    con lupa incorporada y catalejo,
    roquedo monolítico exterior,

    de las luces pináculo el reflejo
    del impulso corucho creador
    que a La Buvera enmarca en este espejo.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  5. NOCTURNO EN LA PEÑA

    En tu contemplación Peña infinita
    mecido por el pinar y su coro,
    siento el resinar manantial sonoro
    que en el silencio nocturno crepita.

    Mi amante corazón sueña y palpita
    cuando hilan tu cima las brisas de oro,
    y las hadas culminando su exploro
    vuelven a su hogar en la Piedra Escrita.

    Arriba el sol naciente tornasola
    apacible, sin explosionar de ola,
    extendiéndose abajo en la llanura,

    sabre el pueblo que ya poco madruga,
    moviéndose con pasos de tortuga,
    amorfo y, ya sin pulso y sin premura.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  6. LA PEÑA DE CENICIENTOS

    Es amazona de yelmo y cimera
    y milenaria testa coronada,
    reinando sobre el valle indisputada
    nuestra inigualable Peña Buvera.

    Usó loriga y tizona guerrera
    y cota de malla en luna engastada
    y yegua indómita de una yeguada
    que pastaba indócil por la ladera.

    Y cuando los coruchos se asentaron,
    y el valle lo alfombraron de viñedos
    y a esta tierra fértil fecundaron,

    las armas ocultó entre los roquedos
    y las manos hercúleas mostraron
    el ramo de un olivo entre los dedos.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  7. LA TORTILLA DE ESPÁRRAGOS

    Esparragueras de marzo y de abril,
    adorno en cornicabras y en zarzales,
    hermanadas trepáis a chaparrales
    y os veo desde lejos entre mil.

    Espárragos de una industria fabril
    de prados, de paredes y trigales,
    proliferáis crecidos a raudales
    en el campo corucho cenientil.

    Con rapidez ya os tengo hechos manojo,
    optando a quien desecho a quien escojo,
    el sol primaveral arriba brilla;

    desandando feliz mi vuelta a casa.
    ¡La miga del pan y huevo os amasa
    y esculpo en la sartén a la tortilla!

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  8. LA ENSALADA DE CORUJO

    Cuando llueve en el otoño
    de una forma persistente,
    y es alegre la corriente
    el corujo ya es retoño.

    Dormita algunas semanas
    y en marzo se manifiesta,
    y buscarle es una fiesta
    que la emprendemos con ganas.

    Calzando botas de goma
    y portando unas tijeras,
    en arroyos y praderas
    vemos que grácil asoma.

    Es la humildad candorosa
    crecida dentro del agua,
    y le visten con su enagua
    la margarita y la rosa.

    Lo busco en "Los Banderuelos",
    llevando un cubo en la mano
    con la fe del artesano
    que busca el oro en los suelos.

    Busco en "Orilla Moral",
    en el borde de una poza,
    que se alegra y se remoza
    de un arroyuelo invernal.

    Busco por "Prado Maíllos",
    entre matojos y vacas,
    soliviantadas urracas
    y zarzas como cuchillos.

    Y me extiendo hasta "El Juncar",
    y los prados de "La Higuera",
    husmeando en la reguera
    su apetecible manjar.

    Y es porque es manjar de dioses
    el alabado corujo,
    en Cenicientos un lujo
    y en las mesas puros goces.

    Se prepara en ensalada,
    con cebolla y aceitunas
    y es paladar de fortunas,
    cuando está bien aliñada.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  9. LAS COLLEJAS

    Primaverales collejas
    que aparecéis de repente,
    ni siquiera os llevo en mente,
    y en mis pupilas perplejas
    me hacéis arquear las cejas.

    Al campo salgo a buscar
    espárrago y primavera,
    al corujo en la reguera,
    y a ti vengo a encontrar
    donde no te espero hallar.

    Te descubro en un cerrillo
    bajo el influjo del sol
    que adormece al caracol
    y aviva siempre el colmillo
    del conejo en febrerillo.

    Eres paisaje en la linde,
    compañera de la grama
    donde la liebre se encama
    para que a sus ojos brinde
    ver al perro en el deslinde.

    Creces entre la junquera
    y en regatos del arroyo,
    en retamas junto "Al Hoyo",
    y bajo troncos de higuera
    de la apacible"Ladera".

    Naces entre cornicabras
    de las de "Orilla Moral",
    rocosa piedra coral
    por donde triscan las cabras
    siendo esquilas sus palabras.

    Y surges en la "Labranza",
    la que linda "Al Encinar",
    y así el sol al declinar
    te presta historia y semblanza
    hierbecilla de esperanza.

    Aromas nuestro potaje,
    el de la Semana Santa,
    dando una delicia tanta
    que pagamos un peaje
    y hacemos casa y anclaje.

    Por el pueblo y por sus calles
    junto al olor a torrijas,
    filtrado por las rendijas
    se perciben los detalles
    de las gentes de estos valles.

    Sobre estas tierras gloriosas
    que circundan Cenicientos,
    y armonizan a sus vientos
    son sus adorables rosas
    comidas maravillosas.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  10. LOS MÍSCALOS

    Míscalo placer rosado
    de exquisito paladar,
    extendido en el pinar
    buscándote ensimismado.
    Eres tesoro anhelado
    cuando descubro un rodal
    en el paisaje otoñal,
    levantado las agujas
    en mágicas horas brujas
    en el pinar ceniental.

    Desde "Las Peñas", te extiendes
    bajando hacia "El Cornetal",
    cual hongo piramidal
    te deslizas y desciendes.
    Por "Pera Pérez", asciendes
    y ocupas "La Pinarilla",
    la que es trono y es la silla
    cabeza "Del Terremote",
    escalado siempre al trote
    de niños de maravilla.

    Subes "Al Cerro Castaño",
    reptando por su ladera,
    contemplando una reguera
    seca y muerta para el baño.
    Míscalos de los de antaño,
    en bajada por los riscos
    que conocieron pedriscos,
    entre pinos centenarios
    de los coruchos muestrarios
    de sus rebaños y apriscos.

    Bordeas a Cenicientos
    internándote en"El Hoyo",
    le das arrullo y apoyo
    y esporas y sedimentos.
    Produces gratos momentos
    y eres tierno y delicado,
    y delicioso bocado
    fugacidad sensorial
    de hongo breve y virginal
    nacido en bosque encantado.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  11. El ORÉGANO DE CENICIENTOS

    Vino Venus Afrodita
    con la raíz a la Peña,
    y entre los pinos se adueña
    del perfume que lo habita.
    De ropa bien ligerita
    vino y lo plantó la diosa,
    y es orégano una rosa
    que al ser venusina herencia
    inunda con su presencia
    Cenicientos amorosa.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho


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  12. EL ACEDERÓN
    A Teresa

    En huecos de las paredes
    de las lindes de los huertos,
    dejaban al descubierto
    hojas mi amor que veredes.
    Plantas eran de mercedes
    semejando enredaderas,
    por entre verdes veredas
    brotaba el acederón
    siendo alumno Pigmalión
    de sus madres acederas.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  13. LOS CARDILLOS DEL HAMBRE
    Alegoría

    "Los pueblos que olvidan su historia
    están condenados a repetirla"
    (Winston Churchill)

    Fueron cardillos del hambre,
    quienes hambres aplacaron
    con su erizada pelambre
    al hambre lo amordazaron.

    En la España sin jornales
    con los campos agostados,
    las cárceles a raudales
    llenas de brazos quebrados.

    Las campesinas hambrientas
    con los niños de la mano,
    esperaban macilentas
    hallar al cardillo hermano.

    Como bandos de palomas
    en los campos desolados,
    viviendo aquellas carcomas
    de los odios desatados.

    Por aquellos campos áridos
    de la pertinaz sequía
    y sus árboles escuálidos
    de la España más sombría.

    Con Europa ardiendo en guerra
    y cerradas las fronteras,
    era atroz ver esta tierra
    de Caín por donde fueras.

    Con Dios desaparecido
    de la España sin ventura,
    con un nuevo orden ungido
    sin compasión por su altura.

    Juntas la Iglesia y la espada,
    siendo de herejes martillo,
    en una nueva cruzada
    que salvaste tú, cardillo.

    Tanto oropel y farfolla
    y un hablar grandilocuente,
    para en la mesa y en la olla
    ser el cardillo el presente.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  14. TERESA DE ÁVILA A SU PASO POR CENICIENTOS

    La carmelita a su paso
    camino de sus conventos,
    se detuvo en Cenicientos
    una tarde en el ocaso.

    Obteniendo aquí posada
    en la humilde hospedería,
    aguardó hasta el nuevo día
    para proseguir jornada.

    Después de acabar su aseo
    y del hábito mudarse,
    quiso aún embelesarse
    con el pueblo en un paseo.

    Y eligió por compañera
    porque la vio muy abierta,
    muy vivaz y muy despierta
    a la locuaz posadera.

    La madre siempre curiosa
    se paraba ante las puertas
    de lugareños abiertas
    de suyo tan cariñosa.

    Por cuantas calles pasaba
    un remolino de gente
    se hacía ante ella presente
    y a todos los saludaba.

    Su fama la precedía
    por los años cimentada,
    y de vuelta a la posada
    Cenicientos la seguía.

    Y retirada al descanso
    la infatigable viajera,
    la servicial posadera
    la condujo a su remanso.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  15. MUJERES DE LA PASIÓN
    La Virgen del Roble

    Antes de que primera dama fuera
    sobre el Roble con guardia de majuelos,
    estuvo entre los cardos de los suelos
    de aquel día sin luz que amaneciera.

    Su dolor traspasó la atroz frontera
    del umbral que rasgó capa a los cielos,
    cuando a los ríos inundaron hielos
    que enlodaron sus lechos y ribera.

    Impotente asistió bañada en llanto
    sobre el Gólgota cuando era María
    y rugieron volcánicos los vientos,

    el día del suplicio y del espanto
    cuando su hijo al expirar renacía
    y a Ella entronizaba en Cenicientos.


    LA VERÓNICA

    Aquella santa mujer
    que de Jesús se apiadó
    y en el lienzo se plasmó
    su dolor y padecer.
    Imagen de hoy y de ayer
    impregnada en lo profundo,
    donde no cesa un segundo
    de proseguir la maldad,
    que la vence en su bondad
    La Verónica en el mundo.


    LA MAGDALENA

    Al grupo lo acompañaba
    y a Jesús los pies lavó
    y después los perfumó
    y con su pelo secaba.
    Ella en el Gólgota estaba
    y ayudó a traer la escala,
    y manejaba la pala
    y en sábana que envolvieron,
    y en la tumba que le dieron
    estuvo la de Magdala.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  16. LA MADRUGADA Y EL TARAMEO

    ¿Adonde vas a esta hora?
    Levantado de la cama
    deja que llegue la aurora
    y no andes tan a deshora
    si prisa no te reclama.

    Y respondía en la puerta:
    -Mujer, miro el tarameo
    y la calle está desierta
    y la luna está despierta
    y muy tranquila la veo.

    Y así un día y otro día
    en las noches invernales
    sabía el tiempo que haría
    al día que amanecía
    aunque llovieran canales.

    Y en las noches de verano
    con la trilla en apogeo
    sabía cuando el Solano
    era el viento soberano
    que le llamaba al venteo.

    Hombres de los campos sabios
    conocedores del clima
    y sus cambiantes resabios
    que con ancestrales labios
    a la siembra les anima.

    Y hablaban del tarameo
    los hombres en Cenicientos
    como si fuera un recreo
    del tiempo en el laboreo
    jalonado de argumentos.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  17. EL TRABAJO DE TORNAPEÓN
    "-No sabiendo los oficios los haremos con respeto".
    León Felipe

    Era un trueque en el trabajo
    que eliminaba el dinero
    artesano y jornalero
    unidos en el destajo.

    Pensemos del carpintero
    que maneja la garlopa
    sin mula que no galopa
    precisaba de un bracero.

    El bracero con su mula
    al carpintero una viña
    hierbazal en la campiña
    se la ara y se la ondula.

    Por su parte el carpintero
    tal vez le hace una mesa
    y socios en esta empresa
    son aliado y compañero.

    Y en la fragua del herrero
    que arregla las herramientas
    ardían por trueque lentas
    las ramas del carbonero.

    Y con todos los oficios
    que el humano ejerce diestro
    y se sabe buen maestro
    el trueque da beneficios.

    Y en tiempos que se avecinan
    donde el dinero anda huido
    y en prófugo convertido
    al trueque nos encaminan.

    Todos poseemos artes
    sin saber desconocidas
    que encontraran sus salidas
    si con otros las compartes.

    Pues esto del tornapeón
    que encabeza lo que escribo
    y en mis versos lo describo
    del corucho es creación.

    Antiguos procedimientos
    de coruchos labradores
    que a base de sus sudores
    levantaron Cenicientos.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  18. GETSEMANÍ

    Una vez concluida La Última Cena,
    se hizo entrega Jesús en oración
    en el lugar de predestinación,
    el Huerto de los Olivos la escena.

    Siguiéndole fue su hueste nazarena
    en hondo silencio y meditación,
    y allí se sumieron en dormición
    llorando Jesús a solas su pena.

    Llamó al Padre y le expresó su amargura,
    y sangre sudó en la cruel tesitura
    de ser Cordero inmolado en Su Nombre.

    Y en la cruz clavaron al Nazareno
    y al exhalar el suspiro terreno
    dio trascendencia al destino del hombre.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  19. JUDAS ISCARIOTE

    Judas Iscariote tuvo
    un destino harto funesto
    y empleado de pretexto
    de muerte con el que anduvo.
    Sus finanzas le sostuvo
    denarios y algún talento,
    y padecer el tormento
    de proceder a la venta
    que vaticinaba cruenta
    el Antiguo Testamento.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  20. EL CIRINEO

    Confuso mira Simón Cirineo
    el tumulto originado en su puerta
    hasta hace breves minutos desierta,
    y ahora inundada de un clamoreo.

    Arrodillado en el suelo ve al reo,
    con la cara tumefacta y cubierta
    de sangre y, ya apelmazada y abierta
    de heridas, del inhumano paseo.

    A indicación del centurión romano
    al reo brinda apoyo con su mano,
    izando alto la cruz sobre el caído.

    Y durante un trecho sigue la estela
    de aquella embarcación que surca y riela
    el mar de un nuevo mundo que ha nacido.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  21. LA NEGACIÓN DE PEDRO

    Jesús a Pedro auguró:
    "Me negarás por tres veces
    no entonando por mí preces",
    certero le aseguró.
    Su angustia Pedro apuró
    y oyó piafar a un caballo
    perteneciente al serrallo
    del palacio del Tetrarca,
    el que infamó con su marca
    a Jesús, y cantó el gallo.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  22. PABLO DE TARSO

    De Damasco era el camino
    y el caballo tropezó
    y piafó y se encabritó
    y Saulo vio su destino.
    Vio al que del agua hizo vino
    y multiplicó los panes,
    y descendientes de adanes
    vieron andar sobre el mar,
    y puesto en pie echó a andar
    y le sirvió en sus afanes.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  23. ESTANDO AYUNOS DE CINE

    Estando ayunos de cine
    un mes de marzo muy frío,
    de coruchos un gentío
    de aglutinado aglutine.

    Instalaron en la plaza
    una pantalla gigante,
    y en un trasiego incesante
    por la noche en su terraza.

    De la Iglesia patrocinio
    auspiciado por el cura,
    vimos un cielo en la albura
    de un Dios y su raciocinio.

    Jesús el de Nazaret,
    artesano carpintero,
    dijo ser el mensajero
    del Dios de hijos de Israel.

    Más el poder constituido
    que al principio no hizo caso,
    por tal vez o por si acaso
    a apresarle fue inducido.

    De lleno se halló enfrentado
    a religión oficial
    de un mapamundi local
    y a Roma omnímodo Estado.

    De blasfemo fue acusado,
    y costumbres licenciosas
    propias de gentes ociosas
    proclives al altercado.

    Le pidieron un retracto
    y él dijo ser semillero,
    y es por ello que al madero
    le llevaron ipso facto.

    Conocimos a Caifás
    y allí vimos a Pilatos,
    y oímos los alegatos
    de Judas y Barrabás.

    Y en la pantalla agrandada,
    coruchos de Cenicientos
    contemplamos los tormentos
    de nuestro Cristo filmada.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  24. EL CEMENTERIO DE CENICIENTOS

    Aposento de las cruces,
    paseo de los cipreses,
    morada sin más reveses
    donde daremos de bruces.
    Sin hacer cual avestruces,
    escondidos bajo el ala,
    la Muerte vendrá a la sala
    y a coruchos insepultos
    nos mostrará informes bultos,
    despojos en su antesala.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  25. CAMINO DEL CEMENTERIO

    Quintas y contemporáneos
    cubrieron este camino
    en una caja de pino
    los coruchos y foráneos.
    Desfiles de coterráneos
    por aquí nos precedieron
    y de aquel viaje que hicieron
    ignoramos el final,
    ni si les fue bien o mal
    pues de volver se abstuvieron.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  26. EL DOMINGO DE RAMOS

    El sábado por la tarde
    comenzaba el ramoneo
    y sin nadie que los guarde
    de olivares su rameo.

    La búsqueda entre dos luces
    de los ramos aparentes
    que hicieran hacerse cruces
    al común de nuestras gentes.

    Los olivares temblando
    por hordas de coruchillos,
    los íbamos desgajando
    despertando a pajarillos.

    Competencia se entablaba
    sobre el ramo más hermoso
    y cada cual procuraba
    ser el ramo más vistoso.

    Y el domingo en la mañana
    se tomaban posiciones
    y al toque de la campana
    de desorden situaciones.

    Dueños sobre la explanada
    que a nuestra iglesia rodea,
    y actitud desvergonzada
    de broncas y de pelea.

    Muchachitas ataviadas
    con estreno de sus galas
    de las manos iban guiadas
    contra turbias martingalas.

    Llevaban palmas y ramos
    bellamente decorados
    como si fueran reclamos
    para gamberros airados.

    Y de pronto era una guerra
    que sobre el atrio estallaba:
    bullicio y polvo de tierra
    y escándalo se formaba.

    Rodaban los caramelos
    que pendían de las palmas
    entre la furia de abuelos
    y alarmismo entre las almas.

    De los ramos de las niñas
    se esfumaban las rosquillas
    y entre aquellas rebatiñas
    de muchachos zancadillas.

    En tanto, se apaciguaban,
    en silencio los tumultos
    y en el templo penetraban
    chiquillería y adultos.

    Y comenzaba la misa
    lenta, torpe y aburrida
    con atisbos de una risa
    en la boca reprimida

    El cura de aquel entonces
    enjaretaba un discurso
    que entre incienso y entre bronces
    bostezos en el concurso.

    Con las hojas de la oliva
    desprovista de sus ramos
    nos tiene el alma cautiva:
    ¡y qué tabarra aguantamos!

    Por fin Dios sea loado
    a nuestros ramos bendice
    y Dios le haya perdonado
    por cuantas tontunas dice.

    Y como suelta de potros
    trotábamos los muchachos
    mezclados unos con otros
    convertidos ya en cenachos.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho






























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  27. LEYENDAS DE CENICIENTOS
    Las brujas del tejar

    Mi recuerdo es de un tejar
    donde ahora existen casas,
    y una estera, y unas pasas
    y una higuera en tal lugar.

    Según me contó mi abuela
    fértil de imaginación
    y narrando convicción
    y en saber oral escuela.

    Allí habitaron las brujas
    huríes del moro Juan,
    en primoroso desván,
    siempre alegres y pirujas.

    Volaban con las escobas
    asustando a los vecinos
    por recónditos caminos,
    fingiéndose monjas bobas.

    Y el moro con su borrico
    porteaba mercancías
    en tiempos de carestías,
    más contento que Perico.

    Y en las noches de Aquelarre
    prendían unas fogatas
    con grandes ruidos de latas,
    diciendo al borrico:"¡arre, arre!".

    Sobrevolaban las Peñas
    aterrizando en la plaza,
    con sus vestidos y traza
    en las escobas pequeñas.

    Casaron Juan y Zulema,
    que era la bruja más joven,
    sin que las demás se enconen
    por causa de tal pamema.

    Todo el pueblo fue invitado
    al opíparo festín,
    sin que se viera su fin
    como en mesa de un prelado.

    "¡Diciéndose:es bueno hogaño
    no son harpías las brujas,
    y sin conjuros ni agujas
    echamos tripa en mal año.

    Y convivieron contentos
    en buena paz y armonía,
    las brujas en cofradía
    y en sus casas Cenicientos.


    EL DIABLO COJUELO

    Se acercó el diablo cojuelo
    de Madrid de tapadillo,
    y extramuros del Cerrillo
    hizo casa en un majuelo.

    La casa no se veía
    ni a él en figura humana,
    hecho siempre un tarambana,
    se reía y se reía.

    Maquinaba todo el día
    la forma de divertirse,
    y así a sus anchas reírse
    de coruchos se acrecía.

    De leche se alimentaba,
    tragaldabas insaciable,
    y en hartura memorable,
    ¡Cuántas faenas armaba!

    De mañana los vaqueros
    sin leche hallaban sus vacas,
    y las cabras entre urracas
    ordeñadas los cabreros.

    Brevas se desvanecieron,
    los higos no maduraron,
    los viñedos no cuajaron
    y los trigales se fueron.

    ¡Vive Dios!Qué desesperos
    sobrevino a los coruchos!
    Verdad es que no eran muchos,
    ¿mas por que esos desafueros?

    Un santo padre exorcista
    les vino desde Toledo,
    y andando con paso quedo
    resultó un buen analista.

    Al perillán descubrió
    en las ramas del majuelo,
    y con exordios del cielo
    al cojuelo lo expulsó.

    Del majuelo se extendió
    una plaga de estreñidos,
    pues sus frutos constreñidos
    todo lo contaminó.

    Y en Cenicientos los bulos
    pábulo dio a los majuelos,
    y siendo causa de duelos
    les llamaron tapaculos.


    LAS HADAS DEL VIÑEDO

    Lares del viñedo que hogar fue de hadas,
    tiempos lejanos de cepas remoto,
    echado en olvido su ayer ignoto
    perduran cual libélulas aladas.

    Vientos áureos, brisas perfumadas
    ellas trajeron y flores de loto,
    más al dios Baco del vino devoto
    con cepas de Olimpia por Zeus creadas.

    Tierra eligieron, clavaron la pica
    de un primer barbado injerto de cepa,
    sudor y ayuda de los elementos

    que a la vid sustenta y la dulcifica,
    y es dulzura ubérrima que trepa
    la uva en los viñedos de Cenicientos.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  28. PASEO POR LA COREA DE CENICIENTOS

    Paseo que por Corea
    gastando suelo y zapato
    del paso que azacanea
    y espera el coche del Gato.

    Noches claras veraniegas
    de muchachas y muchachos,
    efluvios y esencias ciegas
    de las hembras y los machos.

    Separados en la escuela,
    éramos desconocidos,
    y el paseo era cancela
    y reja de los cumplidos.

    Sutil línea de sombra
    entonces nos separaba,
    algo que ya no se nombra
    y entre nosotros se hallaba.

    Un pueblo entonces clasista
    y alfileres de acerico,
    establecía una lista
    entre niño pobre y rico.

    Y de una forma inconsciente
    el hijo del jornalero
    parecía ser consciente
    de huir de hija del vinatero.

    Sin saber la ancestral norma
    del ovejo y de la oveja,
    calzábamos ya aquella horma
    de la oveja y su pareja.

    Y los amores truncados
    que Corea producía
    casas, viñedos o prados,
    diciendo si ella tenía.

    ¿Y adónde paró todo eso,
    si el campo está abandonado,
    y evolución y progreso
    priman talento esforzado?

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  29. RECIÉN SALIDA LA BARBA

    Recién salida la barba,
    puestos pantalones largos,
    nos llovían los encargos
    que en el corazón escarba.

    Vecinas, tías y abuela,
    y la madre sobre todo,
    sermoneaban a modo
    vueltos de nuevo a la escuela.

    "Ya conviene recogerse",
    decían a bote pronto,
    y pensabas:"¿Cómo afronto
    en mi vida entrometerse?".

    Y novia te enjaretaban
    ellas solas por su cuenta,
    casi estando en la placenta
    al par que te destetaban.

    Alababan a Juanitas,
    a Pepitas y a parientas,
    todas ellas cenicientas
    y muy buenas coruchitas.

    Y por prestarles oído
    bailabas con una de ellas,
    y por influjo de estrellas
    no eras muy bien acogido.

    Y con otra lo intentabas
    de las que ellas mencionaban,
    y aquí atención te prestaban
    más esa puerta cerrabas.

    Y es que en cuestiones de amor
    no valen artes ni ciencias,
    ni buena o malas conciencias
    ni cheques al portador.

    Y si manda el corazón,
    o la llamarada inflama,
    es un flagelo y es llama
    fuego de iluminación.

    Y si hemos de equivocarnos,
    sea una u otra elección,
    nuestra es la equivocación
    y en penitencia culparnos.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  30. UN MAESTRO Y SU ENSEÑANZA

    A mi padre fue y llamó
    un maestro con viñedos,
    que contaba con los dedos
    números que no mamó.
    Y muy firme declamó:
    -Al muchacho nunca lleves,
    ni con soles ni con nieves
    al trabajo de las viñas,
    ni a recogida de piñas,
    ni a los trabajos más leves.

    -Que a la escuela nunca falte,
    siempre le quiero en la clase
    y la lección la repase
    en casa y no se la salte.
    Lo importante lo resalte,
    pues para el estudio vale,
    anímale siempre y dale
    tu absoluta confianza
    y mantenga la esperanza
    y otra posición escale.

    Tan buenas disposiciones
    por el maestro aducidas
    fueron luego desmentidas,
    por posteriores acciones.
    Conclusión de conclusiones,
    pues llegado el mes de enero
    el maestro vinatero
    contrató para sus viñas
    y recogida de piñas
    al escolar jornalero.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  31. EL LAVADO DE LA LANA DE LOS NOVIOS EN CENICIENTOS

    Grasientos vellones de sucia lana
    dentro del esparto de los serones,
    de esquileo ovejuno en corralones
    se hallaba en la charca muy de mañana.

    Y mucha gente moza, alegre y sana
    en el "Mancho" lava entre emanaciones,
    la lana virginal de sus colchones
    de noche de bodas que está cercana.

    Al viñedo aroma la caldereta
    que borbolleando crepita al fuego,
    y las buenas nuevas cruzan los vientos

    que endomingados en la plazoleta,
    atrio de la iglesia y lugar de juego,
    boda corucha habrá ya en Cenicientos.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  32. LA REDOMA DE LOS NOVIOS

    Era un baile la Redoma
    donde los novios bailaban
    y al unísono danzaban
    atraídos por su aroma.
    La novia blanca paloma
    con nuevo traje de fiesta,
    su alegría manifiesta
    por la atención que despierta
    y ante todos está abierta
    y a bailar jotas se apresta.

    La novia ya desposada
    con el día transcurrido
    y el banquete concluido
    ya es esposa enamorada.
    Y con la noche llegada
    hacia el baile se encaminan
    y los esposos dominan
    su afán por quedarse solos
    y que no les llamen bolos
    cuantos con ellos caminan.

    Y el rasgueo de guitarras
    se esparce por el salón
    como un alegre turbión
    de rotura en las amarras.
    Tierra de cepas y parras
    participan del jolgorio,
    halla o no halla casorio
    en toda fiesta corucha
    copla alusiva se escucha
    si el suceso es amatorio.

    Ofertan los invitados
    el dinero del chupete
    y hasta una viña promete
    uno de los allegados.
    Y quedan desconcertados
    parientes de la otra parte,
    y haciendo en breve un aparte
    cabecean y concilian
    y de unas vacas se alivian
    y a los novios se reparte.

    Y la novia mientras tanto
    va bailando complaciente
    en su redoma pudiente
    con sus piernas de amaranto.
    Y su cara es un encanto
    y las ofertas aumentan
    y las bocas se calientan
    de coruchos con su vino
    que están fraguando el camino
    que a las parejas alientan.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  33. LA LUNA DE MIEL DEL JORNALERO

    Entre sábanas de sarga
    ásperas rudas y fuertes
    caricias de fuego viertes
    en noche tórrida y larga.
    Amor deseo y descarga
    después de la humilde boda
    el vecindario se acoda
    viendo trasponer la reja
    de la ya feliz pareja
    sin trajes que marquen moda.

    En su día de esponsales
    la novia lleva un vestido
    de negro muy bien cosido
    sus colores ideales.
    Y en otros ceremoniales
    le servirá en el bautizo
    sobre su cuerpo rollizo,
    cuando llegue el primer hijo
    pues ya Dios su unión bendijo
    y tiembla el busto macizo.

    Se compuso la comida
    de la carne de un carnero,
    rico plato jornalero
    del que a su boda convida.
    Y emprenden su nueva vida
    entre acordes de guitarra
    y el vino servido en jarra
    a la sombra de un parral
    y el perfume de un rosal
    y el amor que les amarra.

    Y en perspectiva un viaje:
    el de su luna de miel
    que en la renegrida piel
    en que envuelve su equipaje;
    él lleva encima el pasaje
    de partir en la mañana
    al clareo en la ventana
    uncido a la vertedera
    dirigiendo a la mancera
    y a la mula en la besana.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  34. LA PEÑA CHICA O SILLA DEL CABALLO

    Hace años tantos que ya mal me acuerdo:
    cual cabra montés coroné su cumbre
    y en su cima sin óxido ni herrumbre
    flores hallé insertas en mi recuerdo.

    Retazos fugaces donde me pierdo,
    en el cielo de julio ardía lumbre
    y un paisajístico y bello vislumbre
    en concordato con un mundo cuerdo.

    Gredos monumental sobre su espalda,
    a la Silla cubría y daba guardia
    a sus pies el pinar gema y guirnalda.

    Y a su frente los montes de Toledo,
    centinelas del llano y salvaguardia
    de la Peña Chica en donde me quedo.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  35. EL LENGUAJE CORUCHO

    Con arcaísmos compuesto
    hallamos nuestro lenguaje,
    y es vestidura de un traje
    que el corucho lleva puesto.
    Y quien se hallare dispuesto
    a contradecir mi aserto
    en cualquier debate abierto
    digo que Lope y Cervantes,
    dos españoles gigantes,
    así hablaron con acierto.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  36. LA PRIMERA EXCURSIÓN QUE HICIMOS EN LA ESCUELA

    Desde nuestra escuela fuimos
    muy contentos de excursión
    y tanto fue lo que vimos
    que años fue de evocación.

    Salimos muy de mañana
    en autocar de epopeya,
    viendo desde la ventana
    como un friso de Pompeya.

    Las labores naturales
    propias de los campesinos,
    el cuidar de los parrales
    que producen buenos vinos.

    Un trabajo conocido
    y en nosotros no infrecuentes
    pues los hemos ejercido
    desde que nos salen dientes.

    Fue nuestra primer parada
    en los Toros de Guisando,
    buen comienzo de jornada
    y aguardar lo por llegando.

    El maestro muy pausado
    nos fue contando una historia,
    todo muy bien sonsacado
    del libro de su memoria.

    Habló de un acuerdo o pacto
    celebrado entre unos reyes,
    y solemnidad de un acto
    patentado en unas leyes.

    Con la lección aprendida
    por el que quiso aprenderla,
    reanudamos partida
    con la intención de leerla.

    Llegamos al Escorial
    y entramos al Monasterio
    siendo sus salas caudal
    de belleza y de misterio.

    Recorrimos aposentos
    mirando las armaduras,
    muchachos de Cenicientos
    con asombro de criaturas.

    Y nuevamente el maestro
    dijo que los caballeros
    ocultaban el espectro
    de cuando fueron guerreros.

    Que don Felipe segundo
    vagaba por las estancias
    imperando sobre el mundo
    con cara de circunstancias.

    Que construyó el edificio
    al ganar una batalla,
    con el mayor artificio
    que en todo el Orbe se halla.

    Y al decaer el imperio,
    donde el sol no se extinguía,
    el Caudillo también serio
    a la patria engrandecía.

    Y nos fuimos a ver su obra
    poco hacia inaugurada,
    que gran importancia cobra
    en la España actualizada.

    El maestro nos dio el nombre:
    El Valle de los Caídos,
    y obra dijo de un gran hombre
    que nos tiene guarnecidos.

    Ascendimos escaleras
    de una cumbre de montaña,
    descubriendo unas laderas
    con muchas telas de araña.

    Ya en la ciclópea cruz
    vimos los Evangelistas
    donde se posaba luz
    propagada por artistas.

    A la imponente Basílica
    la recorrimos entera,
    y leían una Encíclica
    y el maestro explicó que era.

    De nuevo en el autocar
    directamente a Madrid,
    viendo pueblos al pasar
    y sobre Bavieca el Cid.

    Vimos la Plaza de Oriente
    frente al Palacio Real
    y ocultándonos de gente
    aportamos el caudal.

    De las bolsas cinco duros
    fuimos todos aportando
    y en unos puestos oscuros
    en golosinas gastando.

    El Día fue memorable:
    cuanto vimos y aprendimos,
    lo vivido inolvidable
    todo cuanto recorrimos.

    Supimos geografía
    y algo de historia de España,
    y hasta una fotografía
    nos dieron de una cabaña.

    Y poseídos por fiebres
    cantamos cosas muy finas
    "¡por el mar corren las liebres,
    por el monte las sardinas!".

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  37. LA GRAN TORMENTA EN EL VALLE

    Tempestad que se desata
    al comienzo de la tarde,
    el cielo se abre y arde,
    el rayo sobre la mata.

    Se estremecen las encinas
    pese al hábito y costumbre,
    y en su recia mansedumbre
    se acobardan sus retinas.

    La agitación de los pinos
    al desprender sus agujas,
    aleteo que dibujas
    tormenta de los destinos.

    Las brevas de las higueras
    que asoman entre la hoja,
    con su pulpa blanca y roja
    contra tu furia de hogueras.

    Troncos de los olivares
    bregados en los combates,
    del rayo y de sus embates
    torcidos y circulares.

    Ni los rayos ni centellas,
    ni los horrísonos truenos
    asustan a olivos buenos,
    amigos de las estrellas.

    Las cepas, las más inermes
    sin el racimo formado,
    su ruina la has consumado
    y las vendimias y duermes.

    Descargando tus granizos
    sobre los fértiles suelos,
    los sumes en desconsuelos
    a nuestros campos pajizos.

    Los descargas en ramales
    que atemorizan las Peñas,
    y malévola te adueñas
    y eres causa de sus males.

    Y a mieses que en la labranza
    dispuestas para la siega,
    que a la hoz se hacen entrega
    colmando nuestra esperanza.

    Has abatido al centeno
    y al trigo lo has cercenado,
    la siega la has malogrado
    y el año no será bueno.

    Has formado una laguna
    sobre el campo de cebada,
    dejándola condenada
    a no hacer nuestra fortuna.

    Algarrobas en la Umbría
    reinante sobre el Juncar,
    y de niño mi habitar
    en veranos de alegría.

    Formando una torrentera
    que arrastra a las algarrobas,
    sus gigantescas escobas
    sumergen en la pradera.

    Cunde la desolación
    manos al cielo crispadas,
    maldiciones desatadas
    contra el fuego del turbión.

    En las casas las mujeres
    con los niños asustados,
    por el tronar azorados
    renuncian a sus placeres.

    El placer que dan los juegos
    incansables de la infancia,
    hoy no aspiran la fragancia
    de las aguas de los riegos.

    En la Plazuela una casa
    de mujeres está llena,
    que entre rezos y entre pena
    ven la tormenta que arrasa.

    Santa Bárbara bendita
    la entonan en alta voz,
    para que el granizo atroz
    de una vez cese y remita.

    El desastre fue terrible
    y asoladas las cosechas,
    abriéndose nuevas brechas
    como siempre es predecible.

    Sin trabajo y sin jornales
    en las viñas y en la siega,
    desgracias que al campo llega
    por los fuegos infernales.

    La autoridad echó un bando,
    ser recogida la caza,
    partiendo desde la Plaza
    todo batido y andando.

    Las liebres y las perdices
    fueron cobradas a cientos,
    en tierras de Cenicientos
    muertas entre las raíces.

    Así fue la gran tormenta
    que abatió al pueblo corucho
    y tras trastornarle mucho
    de nuevo inició la cuenta.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  38. LA CAZA A PORRILLO EN CENICIENTOS

    Por ribazos, collados o en el llano
    que conforman los campos del Juncar,
    nos hacíamos siempre acompañar
    por las flexibles varas del manzano.

    A la caza cobrábamos a mano
    siguiendo de las liebres el pisar,
    que en la nieve dejaban al hollar
    buscando resguardarse en el majano.

    Con la tierra nívea un manto blanco,
    las liebres a los pies del monolito
    del majano figura del paisaje,

    destacándose altivo en el barranco
    la vida despedían con un grito
    cuando impactaba el palo en su pelaje.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  39. LA PIEDRA ESCRITA

    Vestigios son del tiempo y la memoria
    del paso de unos hombres por la tierra,
    mostrando el ataúd cuando se cierra
    diciendo que la vida es provisoria.

    Es figura pétrea en nuestra historia
    que no se aturde, aflige ni se aterra,
    y el misterio de roca inerte encierra
    a esfinge de corucha ejecutoria.

    Modelo de la mano y de la maza
    de los viriles ancestros coruchos,
    y el cincel que a esta piedra destaja

    es mole semejante a esta raza
    de viñedos y águilas y aguiluchos
    donde el corucho se afana y trabaja.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  40. DORMIDO SE HALLABA CRISTO

    Dormido se hallaba Cristo,
    despistado San Esteban,
    y a nuestra Virgen se llevan
    de incógnito y de imprevisto.
    Fue aquello visto y no visto
    y Cenicientos se excita,
    y buscándola se irrita,
    mas les habló el Niño-Dios
    y les dijo que ellos dos
    se hallaban en Piedra Escrita.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  41. POR TIERRAS DE PIEDRA ESCRITA

    Por tierras de Piedra Escrita
    los toros y mayorales
    llegaban a los corrales
    con puntualidad de cita.
    Y la afición nunca ahíta
    de los coruchos en carros,
    sobre varales sin barros
    contemplaban la corrida
    en tarde comprometida
    de los toreros bizarros.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  42. LA PLAZA DE TOROS DE LA CORREDERA
    "Debuté en Almorox y al día siguiente toreé en Cenicientos"
    Domingo Ortega

    Maderas,pilares, clavos, martillos,
    ensamblaban a sólidos tablones,
    trasuntos de pasión de unas pasiones
    con la entrada a la plaza en los bolsillos.

    Por allí rotación de coruchillos
    con la importunidad de moscardones,
    mimetizados con los corazones
    de unos innominados torerillos.

    La plaza iba tomando un sesgo en forma,
    que al ruedo le embutía torera horma,
    la Corredera acuífero sudoso

    de corucha afición en los tendidos,
    viendo a diversos espadas imbuidos
    del toreo de Ortega en aquel coso.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  43. PLAZA DE LA CORREDERA

    Plaza de la Corredera,
    bajo tablas la banqueta,
    allí la afición muy quieta
    atisbaba tras madera.
    Pilares eran frontera
    y de la plaza era aforo
    de aficionados a coro,
    que se echaban para atrás,
    todos al mismo compás,
    al embestirlas el toro.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  44. COLARSE EN LOS TOROS DE LA CORREDERA

    Gran afición por los toros,
    y admiración por toreros,
    abridnos los coladeros
    a coruchillos sin lloros.
    Y sin cobres, platas ni oros
    para pagar una entrada,
    en la tarde afarolada
    de la plaza de madera
    crisol de la Corredera,
    siempre una mano prestada.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  45. EL CIRCO DE DON PAQUITO EN CENICIENTOS

    Se instaló en la Corredera
    aquel circense espectáculo,
    y a mí me elevó al pináculo
    de lo más grande que viera.
    Mi madre en su faltriquera
    atesoraba unos duros,
    y a mis ruegos y conjuros
    le dio en perras menudito,
    hasta un duro a don Paquito
    y magia vi tras sus muros.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  46. LOS GALOPINES CORUCHOS

    Trillas eran los patines
    de numerosa caterva,
    con aquel calor que enerva
    a coruchos galopines.
    Parvas eran los confines
    del mundo que conocían,
    y en cada giro sabían
    que desmenuzado el grano
    y concluido el verano
    el pan en casa tendrían.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  47. LOS COPLEROS EN CENICIENTOS

    Vendedores de coplas y romances de ciegos
    deleitaban oídos y sucesos sangrientos,
    erizaban cabellos y los niños atentos
    las carreras cesaban y paraban sus juegos.

    Con romances escritos por iletrados legos,
    con las vírgenes violadas con tormentos lentos,
    truculencias que caían sobre Cenicientos
    traídas por unos errabundos andariegos.

    Y en la dulce Plazuela se agolpaba un enjambre
    de mujeres y niños de una hirsuta pelambre,
    que veían el hacha y los hachazos atroces

    cernirse implacables sobre unas viudas galanas,
    que en solariegas mansiones abrían ventanas
    por las que accedían los asesinos feroces.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  48. LOS BANCOS DE LA PLAZUELA

    En estos bancos sentados
    las garrotas y muletas,
    arqueadas piernas quietas,
    y semblantes arrugados.
    Se recuerdan los pasados
    de niño lugar plagado
    y de risas anegado,
    y este mutismo sin prisas
    de desdentadas sonrisas
    me deja muy apenado.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  49. EL TESTAMENTO VITAL
    A mis hijos

    En un día de sol de tenue brisa
    mis cenizas se esparcirán al viento.
    Privado ya de voz y movimiento
    con virtudes expuestas en la misa.

    Obviados mis defectos por la prisa
    del funeral que anula el pensamiento,
    en mi familia habrá un abatimiento
    y en el amigo esbozo de sonrisa.

    Mis órganos perpetuarán su vida
    viviendo nueva existencia terrena.
    Y de mí y por mí nadie se conduela

    pues volveré al inicio de partida
    enlazando de nuevo la cadena,
    mis cenizas jugando en la Plazuela.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  50. LA HUEBRA
    A mi padre

    La fuerte mano vertedera empuña,
    oliendo a tierra la ardorosa viña,
    y el surco abierto todo lo destiña,
    tras de la mula y su negra pezuña.

    La reja breve introducida en cuña
    sortea cepas, las urge y apiña,
    silencio adensa la muda campiña,
    en tanto el arador su impronta acuña.

    Por una sabia guía la mancera,
    apura al tronco de higueras y olivos,
    aparta cantos y a su paso allana

    dificultades, y hace llevadera
    el cumplimiento de los objetivos
    que abriendo surcos busca la besana.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  51. LA PENSIÓN DEL CIEGO DEL CERRILLO

    Hablaban agrupados en corrillo
    del cobro y la cuantía de pensiones,
    espontaneas y breves reuniones
    que se forman en cuesta del Cerrillo.

    El grupo abanderó y abrió un pasillo
    al ciego como en otras ocasiones,
    que se sumó y entró en cavilaciones
    con sus cuencas opacas ya sin brillo.

    -No quejaos; bien sé, la mía es alta,
    mas es vital aquello que echo en falta,
    llaga es mi corazón en sufrimientos

    y un mendigo ser que pisa abrojos,
    quisiera ser con luz sobre mis ojos
    que vieran este sol de Cenicientos.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  52. LA LITURGIA DEL TRAJE DE LUCES

    Bajadas las persianas
    resalta la montera
    sin luz en las ventanas
    y el toro ya a la espera.

    Entra el mozo de espadas
    y al diestro le despierta
    tardes acaloradas
    de afición a la puerta.

    El diestro se levanta
    despereza y afeita
    y algún temor espanta
    si en triunfo se deleita.

    El mozo en mano tiene
    la estrecha taleguilla
    y una silla sostiene
    flamante chaquetilla.

    Liturgia de la gloria
    al embutir el traje
    que tal vez haga historia
    oculta en su ropaje.

    Las medias son de seda
    y a tono va el fajín
    y al conjunto le queda
    al cuello el corbatín.

    Camisa con chorreras
    luz en los alamares
    brillantes las hombreras
    que alejan los pesares.

    Negras las zapatillas
    topacio los tirantes
    huyen las pesadillas
    de toreros triunfantes.

    Colgantes van los machos
    que dicen del valor
    y son yelmo y penachos
    en campos del honor.

    La coletilla puesta
    probada la montera
    ya tiene la respuesta
    y toda duda fuera.

    Ante el altar se inclina
    que tiene improvisado
    la intervención divina
    nunca la ha desechado.

    Con capotillo en mano
    con el que hará el paseo
    el torero va ufano
    al coso del deseo.

    Los trajes de la terna
    del arte y de la muerte
    viven la pugna eterna
    del Dios reparta suerte.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  53. EL TORO SALIENDO AL RUEDO EN LA PLAZA DE CENICIENTOS

    En tarde sin viento hay lleno en el coso
    en la nueva plaza recién construida,
    y el timbal y el clarín dan la salida
    a un toro cinqueño, astas de coloso.

    Figura imponente emerge del foso
    fiero resuella y la testuz erguida,
    produce asombro la estampa surgida
    belleza fiera del tótem fogoso.

    Un rayo de sol nimba su cabeza
    la impregna de luz riesgo y fortaleza
    de una fiesta única ancestral y mítica.

    La historia mágica armazón de España:
    que sus campos viste, hermosea y baña,
    del toro ausente de torpe política.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  54. LOS MULILLEROS EN LA CORREDERA

    Las mulas enjaezadas
    con bandas y banderines
    y vistosos collarines,
    ¡helas aquí preparadas!
    Mulas de trillas y aradas
    traían los mulilleros,
    herradas por los aceros
    de los herrajes coruchos,
    que arrastraban los moruchos
    toros,muertos por toreros.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  55. UNA FLAMÍGERA ESPADA
    A la Virgen del Roble

    Una flamígera espada
    te traspasó el corazón:
    Gabriel de la Anunciación
    te la ensartó nacarada.
    La imperativa llamada
    de al Mesías dar a luz,
    te vistió el blanco capuz
    de ver su padecimiento,
    su agonía y su tormento,
    afrentosa en una cruz.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho







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  56. LA PÓLVORA

    El cohete silbando sube al cielo
    y en luz el estallido se desgrana,
    y en esquirlas cristalinas allana
    la inminente caída sobre el suelo.

    En su vuelo es afilado escalpelo
    que corta y saja a golpe de campana,
    y en ascensión celeste filigrana
    que envuelve su fulgor en terciopelo.

    Y se van sucediendo en el ascenso
    cohetes entre ruido y alborozo
    que a los coruchos lleva al mutuo acuerdo,

    de mostrar en la pólvora un consenso
    que los une festivos y en el gozo
    de en la fiesta aparcar el desacuerdo.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  57. LA TRACA

    La pirotecnia instalada
    en el barrio de los Caños
    transcurridos tantos años
    es la fiesta anticipada.
    De fiestas es nueva añada
    reina claridad opaca
    y de agosto la resaca
    pero al volar el cohete
    nada es el ruido que mete
    comparado al de la traca.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  58. LA VENDIMIA DE LOS NIÑOS JORNALEROS

    Impúberes argonautas
    sobre las cepas esbeltas,
    las navajas cortan sueltas
    de los infantiles nautas.
    Sin chirimías ni flautas
    en busca del vellocino
    del oro del tinto vino,
    de las cepas el racimo
    nos daba el valor y animo
    de forjar nuestro destino.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  59. LA BLANCA CRUZ DE LA CIMA

    La blanca cruz de la cima
    que corona la montaña,
    el sol y la luna baña
    y no permiten que gima.
    A ti, que el cielo sublima,
    cruz eterna, cruz divina,
    venerable en la colina
    e inseparable de Dios,
    áseme y llévame en pos
    de la voz que me ilumina.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  60. EL CANTO DE LA BRUJA

    Voz de una leyenda que nos sobrevive cuenta
    que muy alhajada y muy bella una bruja habitaba
    orillada al canto y penas de amor ahogaba
    atrayendo a hombres de la aldea cenicienta.

    Mentiras y falsedades que la gente inventa,
    era un hada blanca que a los coruchos velaba
    y a caminantes agónicos los confortaba
    en tanto hablaban de sus luchas de vida cruenta.

    Seráfica y volátil, como las mariposas,
    ajena a cuanto se decía vivía el hada
    en torno al canto las abejas libaban rosas,

    pero un día por la incomprensión se vio forzada
    a abandonar la piedra y sus florestas umbrosas
    y en el canto quedó su inmortalidad grabada.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  61. EL TORO DEL CRISTO DE LA SALUD

    Corucha era natural,
    de esta villa Margarita
    que en su escrito solicita
    justicia a carta cabal.

    "Don Manuel Fernández Bravo
    esposo de esta que firma,
    confirmado ha y confirma
    que sanó de cabo a rabo.

    Aquejado era mi esposo
    de onerosa enfermedad,
    y el Cristo hizo caridad
    y helo aquí lucio y lustroso.

    Y al Cristo de la Salud,
    del cual soy suma devota,
    y quien compuso su jota
    le expresé mi gratitud.

    Por entonces le ofrecí
    al Cristo correr un toro,
    y así hasta mis arras de oro
    al tabernero le di.

    Mal halla los taberneros
    y mal halla los justicias,
    mal hallas sus avaricias
    quedándose los dineros.

    Señor Marqués de Villena,
    señor de estos señoríos,
    préndase a estos falsíos
    y a galeras en cadena.

    Nuestros dineros hurtaron,
    la piel y carne del toro,
    y como en tierras del moro,
    casi en cueros nos dejaron.

    Pues estos dineros eran
    para los pobres del pueblo
    y ahora andan sin amueblo
    y al asilo si se operan".

    De este tenor la misiva
    al de Villena escribió
    Margarita y acabó
    con el toro a la deriva.

    Con la fiesta redentora
    en Cenicientos al Cristo,
    que acabó con Jesucristo
    en rosario de la aurora.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  62. EL REPARTO DE LOS DIOSES DEL OLIMPO

    Los dioses del Olimpo hartos
    del proceder de los hombres
    en comisión de prohombres
    vieron aborto en sus partos.

    Zeus era el dios presidente
    siendo el mayor de los doce
    y quien camino desbroce
    sobre lo que es procedente.

    Los hombres a semejanza
    de los olímpicos dioses
    eran remedo y desgloses
    de su envidia y su venganza.

    El dios del mar Poseidón,
    homicida y rabia loca
    se enfurece y se desboca
    en maremoto y turbión.

    Calma le pide Afrodita,
    bella diosa del amor,
    que a su paso un gran clamor
    de admiración se suscita.

    Y la esposa de Zeus, Hera,
    con su sosiego y mesura
    les habla con su dulzura
    de paloma mensajera.

    Pide mandar delegado
    comisionado a la tierra
    que pare la nueva guerra
    que tiene al mundo enfrentado.

    Y que asegure y comente
    al primer hombre encontrado
    sobre el acuerdo adoptado
    haciéndole un gran presente.

    Que de él harán un ejemplo
    de finura y circunstancia
    de virtud y de constancia
    que rige la paz de un templo.

    Sujeto a la condición,
    que le darán cuanto pida
    todo sin tasa y medida
    si es noble de corazón.

    Y es que al mayor enemigo
    que sobre la tierra tenga
    ya más odio no mantenga
    siendo su mejor amigo.

    Y al nuevo amigo darán
    en todo el doble que a él
    y sellado el pacto aquel
    sus dones le otorgarán.

    Hermes, el dios mensajero,
    en la asamblea es votado
    siendo embajador bregado
    entre dioses de aquel clero.

    Y el dios bajado a la tierra
    se cruzó por un camino
    al hombre cuyo destino
    era el de parar la guerra.

    Y el dios le hizo la propuesta
    de perdono a su enemigo,
    y el hombre tomó el testigo
    y meditó su respuesta.

    Y cuando quedó aclarado
    que a su enemigo darían
    doble que a él pagarían
    no se mostró atribulado.

    Y sin el menor sonrojo
    en aquel aciago día
    pidió con gran alegría:
    "¡Pues a mí sacadme un ojo!".

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  63. EL TIEMPO PODRÁ PARARSE
    Madrigal

    El tiempo podrá pararse
    y cesar el tic-tac de los relojes
    podrá quemarse el grano de mis trojes
    y mi amor por ti aventarse.
    Pero serás sola tú quien lo avente
    empuñando un bieldo helado,
    y esparciendo en un halo incandescente
    mi corazón calcinado.
    Podrás interponer una distancia
    levantando un muro frío,
    pero el huerto guardará tu fragancia
    impregnada en el rocío.
    Y podrás ser gacela y pasearte
    entre los sauces del río,
    pero que yo por fin ceje de amarte:
    ¡es imposible amor mío!

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  64. EL PUENTE ROMANO

    Si este puente nos hablara
    y hablaran sus piedras muertas,
    pisadas historias ciertas
    de los coruchos contara.
    Otra canción nos cantara
    si sus pocos monumentos,
    clasificando elementos,
    fueran una historia viva
    de cultura sensitiva
    del alma de Cenicientos.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  65. LA FUENTE DE LA ANTANILLA

    La fuente de la Antanilla
    al fondo de una calleja,
    tenía un grifo de teja,
    y una sombra de olivilla.
    Raíces de una cepilla
    por la pared asomaban,
    y las coruchas cantaban,
    al llenar de agua el botijo,
    de un líquido tan prolijo
    que nervios desatacaban.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  66. LA FUENTE DE LA PLAZUELA

    De la plazuela su fuente
    era un manantial sonoro
    de Neptuno era el tridente
    del vecindario era un coro.

    Agua clara que fluyendo
    era el fluir de la vida
    líquido que vas corriendo
    en noche y amanecida.

    Cántaros que en cantareras
    debajo de los vasares
    cenefas de primaveras
    papeles crepusculares.

    Vasijas puestas en fila
    los botijos y calderos
    cuando al agua la mutila
    el hielo de los eneros.

    Fuente de aguas tangibles
    que en redor tuyo jugamos
    para hacernos invisibles
    y tu piedra la trepamos.

    Fuente origen de tertulias
    pábulo de los rumores
    sacudimiento de abulias
    para quien pena de amores.

    Llegada parada y fonda
    de ambulantes vendedores
    y tragos de agua en la ronda
    de los mozos rondadores.

    Resonando en mis oídos
    mi niñez me sobrevuela
    percibiendo los sonidos
    del agua de la Plazuela.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  67. DEBAJO DE LA ESCALERA
    El vasar

    Debajo de la escalera
    teníamos el vasar
    del agua que al trasegar
    cantaba en la cantarera.
    Vasijas que en la vasera,
    cántaro, vaso, y botijo
    del padre, madre y del hijo
    eran el río y la fuente
    y el arroyo transparente
    del familiar regocijo.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  68. MEZCOLANZA DE COLORES

    Mezcolanza de colores
    desde la ermita diviso,
    la turgencia de las flores
    y un pastor muy de improviso.

    Sobre el hombro la mochila
    con el pastor emparejo,
    y de una oveja la esquila
    destella un vivo reflejo.

    Entrando en conversación
    el hombre me habla de todo,
    y maneja información
    de radio que lleva al codo.

    Sobre qué pasa está puesto
    en el mundo en que vivimos,
    y de no hallar un repuesto
    del coche que conducimos.

    Mas su decir lo concentra
    sobre su pueblo en concreto,
    y su lógica la centra
    en que no existe un secreto.

    Esta es la cuenta la vieja,
    tengo siete y gasto seis,
    como el sentido aconseja,
    ¡me queda uno!, ¿o no lo veis?

    Pues aquí todo al contrario,
    tiene siete y gastan ocho,
    y claro, así el dinerario
    ni para jugar al mocho.

    Grandes fastos, grandes fiestas
    con las corridas de toros
    desechando otras propuestas
    de unos mejores aforos.

    Nuestra plaza siempre ha sido
    semilla de novilleros,
    y aquí siempre hemos tenido
    a los buenos, los punteros.

    -Por aquí hemos visto a Ponce
    y aplaudido al Jesulín
    siendo torero de bronce
    y al Juli de chiquitín.

    Y la plaza se llenaba
    para ver grandes promesas,
    y la afición siempre estaba
    expectante a las sorpresas.

    Y ahora pasa y ocurre
    que contratan matadores
    donde el bostezo que aburre
    son las faenas mejores.

    Y esto ha sido un despilfarro
    de bochorno vergonzoso,
    dinero hundido en el barro,
    y el dónde está es escabroso.

    Pues de pronto nadie sabe,
    todos ciegos, todos mudos,
    esperando que se acabe
    al ser todos sordomudos.

    Y así tenemos al pueblo,
    sumido en un desespero
    de silencio y de despueblo,
    durmiendo sin cabecero.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  69. ATALAYAD LA ATALAYA

    Atalayad la Atalaya
    para el oteo del llano,
    subíos al altiplano
    de la Buvera en su raya.
    Paisajes de toda laya
    van a contemplar después
    vuestros ojos a través
    de la toledana Mancha,
    que presta la imagen ancha
    de ver el mundo a los pies.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  70. VUELA EL TAMO DE LA PARVA

    Vuela el tamo de la parva;
    la tarde cayendo está
    y el sol se aleja y se va
    barbeándose la barba.
    La mula impaciente escarba,
    y desprovista de arreos
    comienza a dar cabeceos,
    y a la cuadra se encamina
    al pesebre que culmina
    el ansia de sus deseos.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  71. YA NADA MÁS ME FALTA POR TRAERTE

    Ya nada más me falta por traerte
    que a la luna aferrada a mi costado,
    debajo del balcón y obnubilado
    donde acudo sumiso por quererte.

    Un Gólgota de amor vivo por verte
    y sientas mi orfandad de enamorado,
    que nunca se mostró debilitado
    ni cuando tu desdén sobre mi vierte.

    No se me ocurre más nada que darte
    ni cuanto tú mereces otorgarte
    salvo la diafanidad de estos versos,

    recibiendo acogida y el acierto
    del sentimiento puro con que vierto
    este amor con la de los conversos.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  72. YACIMIENTOS DE OLIVARES DE CAMPOS DE CENICIENTOS

    Yacimientos de olivares,
    de viñedos y de higueras,
    y trillar en las praderas
    en tardes crepusculares.
    Y el humo de los hogares
    aunando los pensamientos
    que aromatizaban vientos
    de águilas en peñascales,
    vigilando los corrales
    fue el alma de Cenicientos.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  73. LA FIESTA DEL CABALLO

    Van con los caballos sin corcoveos,
    ligeras las riendas, firmes los pasos,
    flamantes centauros sobre pegasos
    al prado célibe de los deseos.

    Nocturnos Banderuelos de Romeos
    con sus Julietas bajo cielos rasos,
    de unas noches angélicas con vasos
    que liban amantes en gineceos.

    La magia caballar el campo inunda,
    se afianza la fiesta, toma una impronta
    en consolidación que por momentos

    su arraigo y extensión valor redunda,
    en prístina ocasión en que se afronta
    la unidad política en Cenicientos.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  74. LA FIESTA DE LA ESPUMA

    Rebozados en espuma
    están los cuerpos nevados,
    por las pompas saturados
    en un pantano de bruma.
    Líquido el niño rezuma
    y surgen resbalamientos
    con los infantes contentos
    sobre el suelo que resbala,
    y está vestida de gala
    la Plaza de Cenicientos.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  75. LA CASA PATERNA

    Mi despertar fue a la luz de la tierra fecunda,
    entre los viñedos y barbechos roturados
    de olivares e higueras, los campos alfombrados
    y el olor del ganado, que estercola y lo inunda.

    Supe que el mayor bien en el trabajo se funda,
    que vagancia y molicie, nunca fue de esforzados
    y a la larga produce funestos resultados
    sin ejemplo familiar, de raigambre profunda.

    Se impregnaron mis ojos del pinar esmeralda,
    que a las sosegadas Peñas las viste con falda,
    y cuando a labrarme un futuro me marché lejos

    retornando hijo pródigo a la casa paterna,
    sobre mí se posó la amada pupila interna
    fraternal y querida, del amor de mis viejos.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  76. ESTA ES MI CALLE

    Esta es mi calle, aquí vedla plasmada,
    donde viví la infancia de mi vida
    originario punto de partida
    de expedición de lucha y de cruzada.

    Imaginadla envuelta en llamarada,
    de alegría de niños encendida,
    con silla de espadaña adormecida
    en la acera en la noche sosegada.

    Enfrente de mi casa los terneros
    de Luis y Nieves en corral de vacas
    el grano y paja sito en los graneros.

    Del carro de varales las estacas,
    donde Isabel la leche de cabreros
    y los padres de Aurelia en las hamacas.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  77. ESTÁ CAYENDO MI VERSO

    Está cayendo mi verso
    sobre el blanco de un papel
    que mitigue el mundo cruel
    de otro ser con quien converso.

    Y lo rimo puro y terso
    como bálsamo en tu herida,
    y para tu alma encendida
    es el crisol de mi verso.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  78. LOS REYES POBRES A SU PASO POR CENICIENTOS

    Cabalgata de los magos
    llegados desde el oriente,
    reyes del portal viviente
    que en la infancia causa estragos.

    Reyes de los años pobres
    de los cuarenta y cincuenta,
    donde el dinero se cuenta
    entre perras y entre cobres.

    Los tres reyes caballeros
    sobre fuertes percherones,
    hartos de cargar serones
    y de arar con ventisqueros.

    Siguiéndoles los muchachos
    por calles casi en tiniebla,
    poca luz y mucha niebla,
    pedíamos sin empachos.

    Baltasar, tizne de hollín,
    embadurnada la cara,
    nos ponía mueca rara
    arrebujado en chalín.

    Con los dos monarcas blancos,
    tiesos en la cabalgata,
    con coronas de hojalata,
    parecían estar mancos.

    No arrojaban caramelos.
    ¿o es que tal vez no existían?,
    y en la mente nos metían
    olvidarnos de camelos.

    Y era nuestro itinerario
    igual que el de procesión,
    revestido de emoción
    en distinto calendario.

    Como siempre calle Larga
    desembocando en la plaza,
    acontecer que se emplaza
    al sentimiento que embarga.

    La sempiterna tarima
    de maderas desbastadas,
    del uso ya deslustradas
    y que verla tanto anima.

    Toman asiento los reyes
    en sus tronos de espadaña,
    lugar donde la cucaña
    en las fiestas dicta leyes.

    Se hace un silencio expectante
    entre los tiernos infantes,
    y todos con atenuantes
    de ser ejemplo constante.

    Ser el mejor en la escuela,
    no cometer fechorías
    ni merecer perlesías
    de la madre y de la abuela.

    Mas cuando mi nombre en alto
    grita el buen Rey Baltasar,
    siento un fuego de abrasar
    y tomo el fuerte al asalto.

    De plexiglás la cartera
    me entregaron de regalo,
    que no es ni bueno ni malo
    pues dura hasta primavera.

    Y plumier de colorines
    repleto de lapiceros,
    para pintar extranjeros
    continentes y confines.

    Y a seguir los crecimientos,
    y esperar nuevos eneros,
    y los reyes jornaleros
    volvieran a Cenicientos.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  79. LA CASA DE ADOBE

    La casa humilde de adobe
    y de tierra apisonada
    por el permanente sobe
    de los años de morada.

    Casa venida de herencias
    de los parientes lejanos,
    habitando sus presencias
    al alcance de las manos.

    Casa estrecha y alargada
    con bombilla en la cocina,
    alumbrando fragmentada
    oculta por una esquina.

    Con un contador chicharra
    durante el día apagado,
    dando de noche tabarra
    al ánimo sosegado.

    La cuadra visible al fondo,
    la mula cara asomada,
    integrada en los más hondo
    con la familia soñada.

    Paredes enjalbegadas
    con la cal acostumbrada
    en las antiguas posadas
    de una vida reposada.

    Los bajos y las alturas
    con ocres se perfilaban,
    asombro de las criaturas
    que absortos todo miraban.

    Sobre el suelo se extendía
    de las vacas la boñiga,
    con un olor aquel día
    lejos del olor a espiga.

    El techo era de madera
    separador del doblado,
    donde estaba la pajera
    con el grano acumulado.

    De negro la chimenea
    con los troncos chispeantes,
    y llama que parpadea
    pucheros regocijantes.

    Nuestras madres hacendosas
    cubiertas con sus mandiles,
    de aquellas casas las rosas
    y aceite de sus candiles.

    Y cuando el viento que brama
    por rendijas se filtraba,
    nos calentaban la cama
    con ascuas que el tronco daba.

    De adobe la construcción
    del pobre que el pan amasa,
    con la mayor emoción
    os he descrito mi casa.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  80. LA CHIMENEA

    En torno a la chimenea
    las trébedes y morillos,
    yo oía cantar los grillos
    junto al fuego que la hornea.

    En las noches del invierno,
    sin radio y televisión,
    se hilaba conversación
    en un ambiente fraterno.

    La familia ante la mesa
    cenaba con parsimonia,
    como en una ceremonia
    donde de hablar no se cesa.

    Colgado estaba el caldero
    abetunado de hollín,
    cociendo entre un gran trajín
    de pucheros y de esmero.

    Hirviendo estaba el salvado
    para el cerdo y las gallinas,
    y unas aguas cristalinas
    para el íntimo lavado.

    Y de pronto una zorrera
    lagrimeaba los ojos
    y los dejaba tan rojos
    como luna tomatera.

    Y entraba en acción el fuelle
    y con la boca soplidos
    y el gato bufo y maullidos
    y aquella pobreza muelle.

    Y risas y muchas toses
    y el crepitar de taramas
    y de los pinos las ramas
    y alegría de las voces.

    Y las partidas de cartas
    y visitas del vecino
    y el porrón lleno de vino
    y engastar de historias sartas.

    Y el hablar de la cosecha
    y la compra del abono
    y la tristeza en el tono
    recordando alguna fecha.

    Y lectura de tebeos
    y lector del Buen Amigo
    y ser un mudo testigo
    de hechos de los macabeos.

    Y si el ábrego furioso
    a las paredes mordía,
    su ululante letanía
    nos invitaba al reposo.

    Y se quedaba el rescoldo
    en la dulce chimenea
    y una lágrima aletea
    en el lecho en que me amoldo.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  81. LA LLEGADA DE LA TELEVISIÓN A CENICIENTOS
    A la bondadosa reina de los belgas en su despedida.

    Mágico fue y fue multitudinario,
    el pueblo acudió, fue una masa ingente,
    de gran expectación, pasmo en la gente
    la gran concentración del vecindario.

    Los hábitos mudó, cambió el horario,
    lo variaron todo, fue diferente,
    se abrieron ojos, se ajusto la lente
    y se movilizó hasta el campanario.

    Se casaba Balduino con Fabiola
    y la televisión, puesta en la plaza,
    su voz amplificó como gramola,

    del bar daban cafés en vaso y taza
    y brisas coruchas formaron ola
    a la nueva reina de nuestra raza.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  82. A CAZA DE LAGARTOS

    Iban cuadrillas de mozos
    al Cerro del Berrocal,
    y la cintura es juncal
    y se afeitan ya los bozos.

    Armados con un arpón
    que fundían los herreros,
    armándoles caballeros
    del reino de quita y pon.

    Al llegar marzo y abril
    cuando asoman los lagartos,
    las hembras huevos de partos
    han puesto en su cuchitril.

    Lagartos toman el sol
    simulando estar dormidos,
    y se ocultan si oyen ruidos
    mimetizados en col.

    Manejando los arpones
    el corucho mocerío,
    de lagartos caserío
    introduce los rejones.

    Y si tiene recovecos
    o un laberinto de calles,
    ni en remilgos ni en detalles
    pierden tiempo entre los huecos.

    En la puerta de la entrada
    o en raja de la abertura
    a los lagartos apura
    yerba humeando mojada.

    Y saliendo escopetados
    fácil son y débil presa,
    del arpón que les apresa
    y los agita ensartados.

    Regresaban los mocejos
    cual héroes de una batalla,
    que en las crónicas no se halla
    a organizar sus festejos.

    Y al olor de la fritanga
    acudíamos muchachos,
    a los que nos daban cachos
    de lagarto entre bullanga.

    Con unos tragos de vino
    manjar eran los lagartos,
    en años hueros de cuartos
    donde no faltó el tocino.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  83. LOS INTERMINABLES LUTOS DE LAS MUJERES

    La campana en Cenicientos
    tocaba muy de mañana
    repitiendo entre lamentos,
    "Anoche murió fulana".

    Vestidos negros de luto
    con pañuelo a la cabeza,
    eran de la muerte un fruto
    consumido con presteza.

    Mozas guapas y lozanas
    se las veía sin cejas,
    y eran sus sayas sotanas
    de curas y monjas viejas.

    Lutos y alivios de lutos,
    oíamos con frecuencia,
    eternidad de minutos
    siempre haciendo penitencia.

    Enlazando una cadena
    de muertes en las familias,
    abismadas en la pena
    de las fobias y las filias.

    Siempre existía una tía
    o pariente de la abuela,
    sobre en la que se insistía
    que todo dios se conduela.

    Con los bailes prohibidos
    para mozas enlutadas,
    tristes días consumidos
    si estaban enamoradas.

    Encerradas en su casa
    y a la compra e ir a misa,
    y ver que la vida pasa
    con el luto por divisa.

    Con el novio taciturno
    y la madre allí delante,
    en el silencio nocturno
    el agobio era incesante.

    Y por si alguien se saltaba
    lo del luto riguroso,
    la crítica no cesaba
    ni por parte del esposo.

    "A mi madre no querías
    ver, y tener que cuidarla,
    y pudiendo la eludías,
    incapaz de soportarla".

    Con los negros atavíos
    circulando por las calles,
    no causaban desvaríos
    la belleza de los talles.

    Andaban uniformadas
    con aquellas ropas toscas,
    como moscas en bandadas
    negras, pesadas y foscas.

    Y cuando aquello acabó
    y el ropaje y su ficción,
    en baúles se arrumbó
    el luto es del corazón.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  84. SI HALLÁIS CORUCHAS CANSADAS

    Si haláis coruchas cansadas
    o simplemente aburridas,
    con las caras contraídas
    suelen decir invariadas:
    "Tengo las piernas cuajadas,
    hoy me caigo si me soplas,
    me desmayo si resoplas,
    y tan solo sé de mí,
    y así te lo digo a ti,
    que no puedo con mis coplas".

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  85. LA SIEMBRA DEL BARBECHO

    La mano vuela y lanza la semilla
    que cae blanda en fértil ya el barbecho,
    y la tierra núbil sirve de lecho
    hasta tornarse seca y amarilla.

    Ya sobre la tierra espejea y brilla
    cercada por los pájaros de acecho,
    que picando anulan el aprovecho
    del grano reservado hacia la trilla.

    Uncida y en collera va la yunta
    que abre besana de una a otra punta
    con la reja motora del arado.

    En un campo brumoso del otoño
    donde la mies invernal ya es retoño
    del trigo que na nacido en el cercado.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  86. MUCHACHA,NO TE DEMORES

    Muchacha no te demores
    en,a él, decirle que sí,
    y sobre todo es por ti,
    pues si median los amores,
    caros se pagan errores;
    en amores la demora
    es una fuerza invasora
    que en él causa frustración
    y el voluble corazón
    pronto de otra se enamora.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  87. CORTE DE PELO A TAZÓN O A CALVOTE

    Corte de pelo a tazón
    a coruchos nos hacían,
    porque cabellos crecían
    como en bosque sin podón.

    Sentados en el sillón,
    si la cabeza movías,
    sabías que recibías
    al momento un pescozón.

    Cuando daban vacaciones,
    el mes de junio llegado,
    nos pegaban un rapado
    terror de los cabezones.

    Nos dejaban la cabeza
    tan calva, monda y lironda,
    como de momia redonda
    egipcia sin la corteza.

    Sobre la frente un flequillo
    convertido en un mechón,
    parecía ser flemón
    en cara del coruchillo.

    Nos brillaba el cabezón
    sin escuela en vacaciones,
    como a indios motilones
    descubiertos por Colón.

    En las cabezas pelonas
    lugar no había de piojos,
    ni piojos verdes ni rojos,
    ni liendres en las coronas.

    Pelo a tazón o a calvote
    nos costaba una peseta,
    e íbamos con la chaveta
    despoblada hasta el cogote.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  88. EL JUEGO DE LAS TABAS

    Las cinco tabas en juego
    con las cuatro posiciones
    y distintas situaciones
    que se desarrollan luego.

    Hoyo, carne, tripa y culo
    a la taba la conforman,
    y su validez informan
    desde Josito a Pirulo.

    Jugábamos sobre el suelo
    del firme de la Plazuela,
    mas sombra alada se cuela
    pajaril rielando el cielo.

    Por ser un juego de azar
    con apuestas se jugaba,
    y así en cuanto comenzaba
    no se paraba de hablar.

    Apostábamos las chapas
    y soltando cada bola:
    "Vamos hombre, vaya trola,
    que ni sujetas con grapas".

    Podíamos estar horas
    la taba sobre la mano,
    en el foro ciudadano
    de las coruchas auroras.

    Sin cortapisas ni trabas,
    ni para tontos ni listos,
    ni de lances imprevistos
    era el juego de las tabas.

    ¿Mas a qué se juega ahora
    por los muchachos coruchos?
    Si en la calle veo a muchos
    y ya no sé si algo aflora.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  89. EL JUEGO DE LA ROMA

    Desgastada ya una lima
    desprovista de su mango,
    en tierra blanda sin fango
    materia hallábamos prima.

    Por el extremo afilada
    la empuñábamos por lo ancho
    y hacíamos cancha y rancho
    en la Plazuela embarrada.

    Unos círculos concéntricos
    en la tierra se trazaban,
    y sobre ellos se clavaban
    limas con saltos excéntricos.

    Saltando a la pata coja
    se lanzaba desde el aire
    con estilo y con donaire
    ni muy fuerte ni muy floja.

    Si la lima se caía
    o en círculo no entraba,
    jugador se eliminaba
    y era el resto quien seguía.

    Por ser eliminatorio
    era muy competitivo,
    habiendo que estar muy vivo,
    siendo muy resolutorio.

    De temporada era juego
    del invierno y del otoño,
    y era renuevo y retoño
    al que hacíamos entrego.

    Jugaron nuestros ancestros,
    jugaron nuestros abuelos
    bajo este sol y estos cielos
    del que salieron maestros.

    Y de chico me contaron
    ser una perpetuación
    de corucha tradición
    y que a ellos les legaron.

    Pues al trasponer la loma
    la jugaban los romanos,
    y así nuestros comarcanos
    dieron el nombre de "Roma".

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  90. EL JUEGO DEL MOCHO

    Iban el mocho y manilla
    inmersos en cada mano,
    aproximado el verano
    en vísperas de la trilla.
    ¡Qué diversión tan sencilla,
    visto el juego en la distancia,
    sin nadar en la abundancia,
    metódico aprendizaje,
    pertrechados de un bagaje
    sin lujos en nuestra infancia!

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  91. EL JUEGO DEL ARO

    Corre desde la Plazuela
    trazando circunferencias,
    sin aplicarle más ciencias
    al ingenio que no vuela.

    Con el cerco de un caldero
    y de guía un grueso alambre,
    nos impelía un calambre
    imperioso y tesonero.

    Correr, correr y un sudar
    como sudan los potrillos,
    con aros grandes y arillos
    compitiendo sin parar.

    Y siendo guiado entre alardes
    por estrechos vericuetos,
    ¡aro amigo, de secretos,
    que fueron de aquellas tardes!

    Habilidad y reflejos
    y velocidad de piernas
    de las carreras eternas
    sin pies cansados y viejos.

    Y de la sangre bullicio
    corriéndonos por la venas,
    y no conociendo penas
    en libertad ejercicio.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  92. EL CRISTO DEL POZO

    Piedras que hacen contrapeso
    y por delante la vara,
    el sol brillando en la cara
    y el agua en el cubo preso.
    Una mano aguanta el peso
    y otra lanza a la reguera,
    agua que corre ligera
    y que manando del pozo
    el huerto era un puro gozo
    a partir de primavera.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  93. EL BAILE DE LA PEONZA

    El baile de la peonza
    bailando sobre la palma
    de la mano que la calma
    y que se mantiene zonza.

    Después hacer volatines
    con la mano volandera
    sobre la terrosa acera
    entre el ladrar de mastines.

    Con la cuerda bien ceñida
    sobre la mórbida panza
    de la peonza y su danza
    se iniciaba la partida.

    Un triángulo dibujado
    sobre el lienzo de la tierra
    y entre dos dedos se aferra
    la chapa del encordado.

    Bolas de arcilla pintadas
    eran nuestra recompensa,
    justo premio que compensa
    ser hábil en las jugadas.

    Con las bolas en el triángulo
    en una masa compacta,
    con el rejón se la impacta
    a la más próxima al ángulo.

    A perra gorda costaban
    pasando de mano en mano
    en intento siempre vano
    que conmigo se quedaban.

    Partidas de perra chica
    cogidas en los bautizos
    de los padres primerizos
    jugadas al sol que pica.

    Las chapas de las botellas
    forradas con futbolistas
    eran por nosotros vistas
    ídolos de las estrellas.

    Era al salir de la escuela
    por nuestro grupo forradas
    en las tardes perfumadas
    del viento de la Plazuela.

    Sobre el triángulo estaban
    Lesmes con Puskas y Gento
    y en DiStéfano el talento
    con el que al mundo asombraban.

    Y bailando las peonzas
    por los latres bien lanzadas
    eran piezas bien bailadas
    al ritmo de jerigonzas.

    ¡Y así descubrí en mi mano
    ser diestra en el lanzamiento
    que inspiran el pensamiento
    que rige al buen artesano!

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  94. LA VIRGEN QUE ES PATRONA EN CENICIENTOS

    La Virgen que es Patrona en Cenicientos
    con cuya aparición en primavera,
    fue panificadora y es la hornera
    que hornea su pan puro en sentimientos.

    Madre espiritual en conocimientos,
    la que ayudó a los coruchos en la era
    rigiendo entre los surcos la mancera
    de sus trigos y vides de sustentos.

    Centinela es que los despierta al alba,
    y acudir eficientes al trabajo,
    que igual está en la calle Juego Calva,

    o entre viñas e higueras del Pasajo
    y enseña su cielo violeta malva
    a sus almas sin gramas ni yerbajo.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  95. LA CALLE DEL SOLANILLO

    A calle del Solanillo
    caracteriza una cosa:
    una punta es anchurosa
    y a otra tapa un visillo.
    Por las dos se va al Cerrillo,
    y la da vitalidad
    y cierta impetuosidad
    el que da a dos grandes calles
    ciñéndolas por los talles:
    a la Larga y Libertad.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  96. EL CALLEJÓN DE LA BREVA

    El Callejón de la Breva,
    tan minúsculo y breve es,
    que del pueblo es entremés
    que no cambia y se renueva.
    Y siempre que fuerte nieva,
    sus tejados aposentos
    y sus muros son cimientos,
    donde a los copos de nieve
    agita una brisa leve
    que adormece a Cenicientos.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  97. LAS CORNADAS DE LA VIDA

    Las cornadas de la vida,
    junto al paso de los años,
    mitigan los desengaños
    cuando vamos de vencida.
    ¡Oh, verdad esclarecida!
    Que he tardado en comprender,
    en asumir y en saber
    que cuando nada pedimos,
    dando más que recibimos
    es de nuevo un renacer.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  98. DUEÑO DE MI PENSAMIENTO

    Dueño de mi pensamiento,
    del método y de la idea,
    soy sello que se franquea
    libre de sometimiento.
    Y expongo mi parlamento
    de forma clara y sencilla,
    Amasando bien la arcilla
    de mi verso y de mi rima,
    desde el picacho y la cima
    del alfarero que brilla.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  99. AGUA BEBIÓ

    Agua bebió en la esclarecida fuente
    de las letras del libro y de la vida,
    sin llevar a cabo vida recluida
    lo supo desde que era adolescente.

    Tuvo clara su vocación ardiente,
    la llamada avivada y presentida,
    virulencia volcánica surgida
    del creativo fuego de su mente.

    Sin base intelectual y por su cuenta
    estudió a los clásicos con denuedo
    con la pasión y gustos de un esteta.

    Incansable avanzó de forma lenta
    y guiado por su instinto y por su credo,
    nació para las Artes el Poeta.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  100. A MI HIJO CARLOS Y A MI NUEVA HIJA ROSA

    Asistimos al enlace
    de novios enamorados
    de amores consolidados
    a los que el amor no aplace;
    Y en esta boda se emplace
    felicidad que se posa
    sobre el rostro de la esposa
    y de Carlos ya su esposo
    un futuro esplendoroso
    con su alegre y dulce Rosa.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  101. A LA FAZ DEL CRISTO DE CENICIENTOS

    Si contempláis esta faz
    del reo sobre el madero,
    es el Cristo jornalero
    que el agua nos trajo al caz.
    Dos mil años y sin paz,
    vedla envuelta en sufrimientos,
    sudor y desangramientos,
    agónica su figura,
    y le ofrece sepultura
    la Iglesia de Cenicientos.

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